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PR- 197-08
28 de mayo de 2008

EL ALCALDE BLOOMBERG PRONUNCIA DISCURSO CENTRAL EN CUMBRE MUNDIAL DE CIENCIAS

A continuaciĆ³n se presenta el texto preparado para el discurso del alcalde Bloomberg.

“Gracias, Brian.  Y gracias, presidente Bollinger, por acogernos a todos en el día de hoy.  Buenos días a todos.  Permítanme dar la bienvenida a todos ustedes a la primera Cumbre anual de las Ciencias, que da inicio al Festival Mundial de Ciencias.

“La semana pasada, cuando pronuncié el discurso de graduación en la Universidad de Pensilvania, enfaticé la fuerte conexión entre inmigración e innovación para hacer grande a Estados Unidos.  Con ese espíritu, es un honor extender una muy cálida bienvenida a Fred Kavli, quien emigró a nuestro país desde Noruega hace más de 50 años, y cuyas innovaciones en sensores electrónicos revolucionaron nuestras industrias aeroespacial y automotriz.  Estoy encantado de que él haya escogido a Nueva York como el lugar para anunciar los ganadores de la primera edición anual de los Premios Kavli con $1 millón para los ganadores en astrofísica, neurociencias y nanotecnología.

“Sucede que mi título universitario es en Ingeniería.  Y aunque fui el tipo de estudiante que usualmente hacía posible que hubiese un grupo mejor en la clase, la primera vez que vi esta Cumbre en mi programa de actividades pensé que esta sería la ocasión correcta para desempolvar los hallazgos de mis propias investigaciones sobre las interacciones de la estructura molecular del sistema inmunológico, la rigidez de la cadena simple de ADN y mi conocimiento de las razones por las que caen las estrellas.  Pero mi perro se comió mi reporte, y, si supieran ustedes, mi bata de laboratorio aún está en la lavandería.  De modo que dejaré ese tipo de cosas a los verdaderos expertos, los numerosos científicos de renombre mundial — incluyendo los diez ganadores del Premio Nóbel aquí presentes en esta mañana — que utilizarán los programas de este festival para presentar a todos la emoción y maravillas de los descubrimientos científicos.

“Este Festival de Ciencias coincide con la apertura de cierta película que transcurre en Nueva York acerca de cuatro mujeres independientes y glamorosas.  A propósito, originalmente yo estaba supuesto a tener un rol en Sex and the City (‘Sexo y la Ciudad’ o ‘Sexo en Nueva York’), pero mi escena terminó en el piso de la sala de edición.  Resultó que ellos querían más sexo y menos ciudad.  Eso está bien.  Ellos se lo pierden.

“Hoy quiero hablar acerca de un fenómeno igualmente emocionante, igualmente estupendo e igualmente vanguardista.  Yo lo llamo ‘la ciencia y la ciudad’.  Porque, además de ser un centro de finanzas, diversión, modas y cultura, Nueva York es también un líder mundial en investigación científica, y este Festival Mundial de Ciencias realmente centrará la atención en eso.  Gracias a Brian, Tracy Day y todos los asociados con el Festival, también se usará el teatro, la danza, el cine y la música para hacer que la ciencia en nuestra ciudad sea sexy.  Y esa cualidad de sexy también se exhibirá en forma espectacular en Nueva York este verano, gracias a las monumentales instalaciones de arte público Waterfalls, del artista de fama internacional Olafur Eliasson, junto a nuestro río del Este.

“La fuerza de la ciencia y nuestra ciudad empieza con nuestra riqueza de talentos y recursos científicos — los mejores en ciudad alguna de los Estados Unidos.  La ciudad es el hogar de más de 30 distinguidas instituciones académicas, médicas y de investigaciones.  Más de 120 de los ganadores del Nóbel de la nación han estudiado y trabajado en la ciudad.  Dos de ellos — Sir Paul Nurse y el doctor Harold Varmus — dirigen dos de los mayores centros mundiales de investigaciones médicas, ubicados en Manhattan: la Universidad Rockefeller y el Centro de Cáncer Memorial Sloan-Kettering, respectivamente.  De hecho, hace casi seis años tuve el honor de tener a mi lado al doctor Varmus cuando testificamos ante el Concejo Municipal, urgiéndoles a prohibir el fumar en todos los bares y restaurantes en nuestra ciudad, un tema que volveré a tratar en unos minutos.

“La ciencia en nuestra ciudad también coloca a Nueva York en la vanguardia del estudio sobre el cambio climático.  El Instituto de la Tierra de Columbia University y su observatorio Lamont-Doherty son líderes mundiales en cuanto a comprender y enfrentar el calentamiento global.  Los científicos asociados con el Centro de Investigaciones Medioambientales y Conservación (Center for Environmental Research and Conservation, en inglés) — un consorcio de cinco grandes instituciones con sede en nuestra ciudad — están realizando colectivamente investigaciones vitales sobre el cambio del clima en más de 60 naciones de todo el mundo.  Sus gestiones están reduciendo las brechas aún enormes entre lo que conocemos y lo que no sabemos sobre estos importantes temas.

“Pero, aun cuando estas brechas son grandes, hay otra que hace que se vean pequeñas.  Y esta es el trágico desfase entre lo que sabemos y lo que hacemos.  Por ejemplo, en los años ‘50, el director de la American Cancer Society y otros científicos respetados ya estaban asociando el fumar con el cáncer.  E incluso en los años ‘70, los investigadores predijeron que el aumento de la producción de gases de invernadero estaba acelerando el calentamiento global, con las consecuencias potencialmente catastróficas que están resultando ahora en todo el mundo.  Aun así, los legisladores no llegaron a escuchar estas advertencias.  ¿Por qué?  Con demasiada frecuencia, es por lo que llamamos ‘ciencia política’ — la voluntad de ignorar o suprimir los hallazgos científicos cuando estos no se ajustan a una agenda política predeterminada.

“Hoy estamos viendo las trágicas consecuencias económicas y medioambientales que la tal ciencia política ha dejado en las políticas profundamente mal informadas de nuestra nación respecto a las dos necesidades más fundamentales del mundo: la comida y los combustibles.  La escasez de y motines por los alimentos que han arruinado al mundo en meses recientes, desde Filipinas hasta Egipto y Haití, han dramatizado crudamente la bancarrota moral inherente en los continuos subsidios de nuestro gobierno para la producción de etanol de maíz.

“Por años, los políticos han alabado al etanol de maíz como la respuesta al cambio climático.  Era todo tan sencillo.  En vez de requerir eficiencia en los combustibles, o fondos para el transporte público, podíamos tener nuestro pastel — o, en este caso, maíz — y también conducir autos con él, y, en el proceso, desviar millones de dinero de impuestos anuales para los estados granjas.  El único problema era que esta política no se apoyaba en la ciencia.  Por años, las investigaciones han cuestionado los beneficios medioambientales del etanol de maíz, y la ahora extendida producción de etanol de maíz ha resultado ser una calamidad medioambiental y económica.  No solo pone en peligro el clima del mundo al impulsar la destrucción generalizada de bosques y pantanos cruciales para el clima, sino que también impulsa el aumento del costo de una de las más importantes cosechas de cereales en el mundo.

“Yo planteé objeciones al etanol de maíz el pasado mes de noviembre, en un testimonio ante el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Independencia Energética y Calentamiento Global.  Y, en meses recientes, ha habido un consenso emergente y creciente, aunque tardío, en cuanto a tener una política de biocombustibles que sea buena para el medioambiente, no solo los intereses especiales.  El Congreso puede hacer eso pasando de la insensatez del etanol de maíz a los méritos de usar otros biocombustibles más eficientes, incluyendo el etanol de azúcar.  Ahora mismo estamos gravando el etanol de azúcar con 54 centavos por galón mientras subsidiamos el etanol de maíz con 45 centavos por galón, aunque el etanol de azúcar es más barato y producirlo genera menos dióxido de carbono.

Esto es política de los intereses especiales, pura y simplemente.  Y, si nuestros funcionarios electos en Washington son serios en cuanto a luchar contra los intereses especiales, ellos deben remover todos los gravámenes a los biocombustibles más eficientes, incluyendo los producidos a partir del azúcar.

Creo que es muy interesante que, en noviembre del año pasado, el gobernador de Florida Charles Crist — gobernador del estado que produce más caña de azúcar que cualquier otro, y casi quinto de todo el azúcar del país — visitó Brasil y propuso eliminar la tarifa de Estados Unidos para el etanol a base de azúcar de ese país.  Parecería contradictorio que un gobernador empezara a debilitar una de las industrias más grandes de su estado.  Pero los líderes reales tienen una perspectiva más amplia que va más allá de las inquietudes limitadas e inmediatas.  Y el gobernador también dio en el clavo.  Importar de Brasil azúcar a base de etanol creará un mercado para esa producción en Estados Unidos — y eso también producirá un nuevo mercado dulce para los cultivadores de la caña de azúcar en Florida.

Eso tiene sentido, para Florida y el país, y mucho más sentido que el status quo.  Solo piénselo.  El Congreso quiere recortar el impuesto a la gasolina, lo que cualquier economista puede decirles no ahorrará dinero al consumidor.  Pero se niegan a sacar del abrevadero público la lacra de las empresas agrícolas, algo que ahorraría dinero a los estadounidenses, y salvaría vidas en todo el mundo.  Eso es ciencia política en su peor manifestación.  Y es afín a la ciencia política que amenaza nuestra salud y seguridad socavando los organismos reguladores supuestamente imparciales establecidos para protegernos, que a menudo obstruye investigaciones básicas en enfermedades y discapacidades, y justifica la inercia cuando lo que necesitamos es acción.

“Cuando dicha ciencia política triunfa, sufren la política y la ciencia.  También toda nuestra sociedad.  Pero es importante recordar que la política y la ciencia no tienen que ser antagonistas.  De hecho, Estados Unidos tiene una amplia tradición política de apoyar a la ciencia.  Es una de la que debemos estar orgullosos y que debemos acoger.  Franklin, Jefferson y otros de los fundadores de nuestro país no fueron solo estadistas; también fueron científicos respetados.  Y de la expedición de Lewis y Clark hasta el establecimiento de la NASA, nuestro Gobierno ha exhortado activamente por mucho tiempo la investigación e innovación científica, hacia donde sea que conduzcan.

“Nosotros podemos recuperar ese patrimonio si mostramos independencia e integridad al mirar los hechos, para aceptar lo que la ciencia nos dice sin importar las consecuencias, y no ser intimidados por intereses especiales.  Y con el espíritu de ‘la ciencia y la ciudad’, permítanme describir cómo hemos hecho eso en Nueva York en las áreas vitales de salud pública y cambio climático.

“Cuando asumí el cargo en enero de 2002, identificamos rápidamente al cigarrillo como la causa principal de muertes en nuestra ciudad, implicado en 10,000 muertes anuales totalmente evitables.  Así que hicimos reducir el fumar la prioridad número uno de la Ciudad.

“En mi primer trabajo en Wall Street aprendí: ‘En Dios confiamos. Los demás, traigan data’.  Lo que es cierto en las altas finanzas también es cierto en la salud pública.  Por ello empezamos a recolectar data de base, y por ello hemos seguido eso con encuestas continuas de la población local.  Sabemos de la ciencia que el humo de segunda mano también mata, incluyendo el humo en lugares de trabajo tales como restaurantes y cantinas.  Así que en el 2002, aprobamos una legislación pionera prohibiendo fumar en el lugar de trabajo.  No fue fácil; hubo mucha oposición.  Y en ese entonces marchando en los vecindarios durante los desfiles del Día de San Patricio, muchas personas me mostraban un dedo.  (No creo que me indicaban que era el número uno en su opinión.)  Pero hoy, esa ley se ha convertido en algo natural para los neoyorquinos, y no puedo decirles cuán a menudo los empleados de los restaurantes me han agradecido por lo que hicimos para protegerlos.

“También dimos otros pasos.  Elevamos considerablemente el impuesto local a la venta de cigarrillos.  Los precios de los cigarrillos tienen poca diferencia para los adultos; ellos dejarán de comer antes que dejar de fumar.  Pero los jóvenes son particularmente sensibles a estos precios altos, y ellos han jugado una parte pequeña en la prevención de fumadores jóvenes.  También organizamos contundentes campañas de información pública, y aumentamos en gran medida los programas para abandonar el hábito.

“Aquí están los resultados.  Hoy, fumar en nuestra ciudad cayó más de 20 por ciento.  Estimamos que eso ha evitado por lo menos 100,000 muertes prematuras.  Además, el fumar cayó 52 por ciento entre los jóvenes.  Hace solo un par de años, casi uno de cuatro jóvenes fumaba.  Hoy, es uno de cada 12.  Esa es una tendencia muy optimista que salvará aun más vidas en años futuros.  Establece un ejemplo para ciudades en toda la nación y países del mundo.  Hace seis años, muy pocas ciudades estadounidenses tenían leyes prohibiendo el humo de segunda mano.  Hoy, la mayoría de los estadounidenses viven en ciudades y estados gobernados por ellos.  Nuestro país en general aun no ha tenido el valor de hacer lo mismo, pero los países que lo han hecho incluyen Italia, Noruega, Nueva Zelanda, el Reino Unido, la República de Irlanda y Turquía, solo por nombrar algunos.  Esa es una excelente noticia, ya que estamos en una carrera global para salvar a muchos de los miles de millones de personas que — si no tomamos acción urgente — morirán en este siglo debido al hábito de fumar.

“También estamos en otra carrera global mortal — una contra el cambio climático.  Al igual que con el fumar, la ciencia aquí ahora es incontrovertible.  Para controlar el impacto del calentamiento global en la Ciudad de Nueva York, primero tuvimos que medirlo.  Así que hace dos años, decidimos hacer lo que nadie había hecho jamás: medir el tamaño de la huella de carbono de la Ciudad de Nueva York.  Aprendimos que producimos anualmente unos 58 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono y que esta huella de carbono estaba creciendo.  De hecho, se encaminaba a aumentar en 27 por ciento para el año 2030.  Pero no solo descubrimos el tamaño del problema: también aprendimos cómo tratarlo.

“Creo firmemente en enseñar con el ejemplo.  Por eso en octubre pasado, firmé una Orden Ejecutiva para que los organismos municipales reduzcan la huella de carbono local en 30 por ciento para el año 2017 y empiecen a actuar ahora.  Para hacer eso, estamos destinando 10 por ciento de nuestros gastos de energía anuales — casi $80 millones al año — para que los organismos municipales reduzcan la producción de gases que atrapan calor.  Hemos dado grandes pasos para reducir las emisiones de gases de invernadero de los autos; se espera que para 2012 la flotilla de autos amarillos más grande del mundo cuide el medioambiente cambiándose a energía híbrida o equivalente a la híbrida.  Nos hemos enfocado en reemplazar las plantas de energía anticuadas y severamente contaminadas con generadores más nuevos, más eficientes.  Hemos dado pasos para colocar a Nueva York a la cabeza en la co-generación de energía eficiente.  Y nos encaminamos a más-que-duplicar la producción y uso de energía solar en la Ciudad de Nueva York para este tiempo en el próximo año.

“Eso no solo reducirá nuestra huella de carbono — también eliminará contaminantes mortales del aire que respiramos.  Para Nueva York, al igual que otras ciudades, el aire más limpio y el medioambiente más verde van de la mano.  Al igual que con el control del cigarrillo, esta es otra área donde ‘la ciencia y la ciudad’ se están globalizando — y la Ciudad de Nueva York está señalando el camino.

“A medida que nos convertimos en un mundo más urbanizado, sin duda también nos convertiremos en un mundo más simpatizantes de la ciencia.  Los líderes de las ciudades del mundo son los pragmáticos más grandes en el escenario mundial.  Nuestra preocupación es proteger la salud de nuestra gente y aumentar la riqueza de nuestras economías.  Así que estamos interesados, no en ideologías, sino en resultados, y eso nos hace aliados naturales de la ciencia.

“También es cierto que la ‘la ciencia y la ciudad’ es una relación tan antigua como la misma historia.  Las ciudades siempre han simpatizado con la ciencia.  Eso era cierto en la antigua Alejandría y Atenas, cierto en las ciudades-estados de la Italia del Renacimiento, y hoy es más cierto que nunca en la Ciudad de Nueva York.

“En los tiempos medievales, se decía que el ‘aire de la ciudad es más limpio’, ya que las ciudades liberaron a la gente de las cadenas del feudalismo, abrieron la creatividad humana, y encendieron las imaginaciones humanas.  Ahora la ‘ciencia y la ciudad’ — científicos y líderes municipales — tienen la posibilidad de hacer el aire más limpio y saludable para todos los que habitan nuestro planeta.  Vamos a trabajar juntos para hacer de esa posibilidad una realidad.

“Gracias y que tengan una gran semana en Nueva York”.







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