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PR- 391-07
29 de octubre de 2007

EL ALCALDE BLOOMBERG ACEPTA PREMIO JULIUS B. RICHMOND DE LA ESCUELA DE SALUD PÚBLICA DE HARVARD

A continuación se presenta el texto del discurso preparado del alcalde Bloomberg. Por favor confirme con el discurso final.

“Buenas tardes.  Gracias, decano Bloom, por esa amable introducción, y permítanme también agradecer a Drew Faust por ser una anfitriona tan cortés. En cuanto a los Medias Rojas, vengo con una oferta oficial de la Ciudad de Nueva York: Ahora nos gustaría devolver a Babe Ruth a Boston — si eso ayuda a devolver al juego a su orden natural.  Piénsenlo.

“Como alcalde de Nueva York, desafortunadamente no tengo tiempo para aceptar las numerosas invitaciones maravillosas que recibo para eventos fuera de la ciudad — incluso aquellos que se llevan a cabo a solo un par de paradas en la Línea Roja del lugar donde crecí.  Pero ciertamente no iba a perderme esta.  Después de todo, estoy recibiendo un premio por trabajo en un área que está cerca de mi corazón — de una universidad que jugó una parte tan grande en mi vida.  Y está el privilegio adicional de recibir un honor que lleva el nombre de un científico tan distinguido.

“El doctor Richmond es un verdadero campeón de la salud pública.  El transformó el campo con su previsión e innovación, y, a los 91 años de edad, sigue siendo una inspiración para todos los que luchamos por hacer de este un mundo mejor.  De hecho, él sería una pareja perfecta para mi madre de 98 años, quien hoy me acompaña.  A ella siempre le han gustado los hombres más jóvenes.  (Qué pena que no sea soltero — lo siento, mamá).

“Mi propia pasión por la salud púbica fue avivada originalmente cuando trabajé para mi alma mater, Johns Hopkins, y su propia y distinguida escuela de salud pública.  Me siento muy honrado de que el decano emérito de la escuela, Al Sommer, también nos acompañe hoy.

“Mi relación con esa escuela ha sido una de las experiencias más gratificantes de mi vida.  Y me inspiró a hacer de la salud pública una de las mayores prioridades de Nueva York cuando fui elegido alcalde.  Desde que asumí el cargo, mi Administración — encabezada por nuestro visionari comisionado de Salud, el doctor Tom Frieden — ha establecido un número de revolucionarias iniciativas para mejorar la salud de nuestros ciudadanos.

“El resultado es que los neoyorquinos están viviendo más que nunca y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, viviendo más que el estadounidense promedio — y esa brecha ha crecido cada año desde el año 2001.  Es cierto — si ustedes quieren vivir más, olvídense de retirarse a un condo en Florida... múdense a Brooklyn.  O a Queens — ¡o a cualquier lugar en la Gran Manzana!  No puedo prometerles que el clima sea más caliente, pero no tenemos tantos mosquitos. (Y, en realidad, casi una tercera parte de los neoyorquinos que se mudan al sur regresan unos cuantos años más tarde).

“En la Ciudad de Nueva York, hemos atacado a un gran espectro de problemas de salud pública en los últimos seis años, pero, cuando se lleva realmente hasta sus raíces, la estrategia que hemos seguido se ha apoyado en dos principios: número uno, respetamos la ciencia.  Hemos basado las políticas no en lo que queremos que sea cierto, sino en lo que podemos probar como cierto.  Y, número dos, tomamos en serio nuestro deber de actuar sobre lo que conocemos.  De modo que nos basamos en la aplicación enérgica de la ley como instrumento primario de la política de salud pública.  Esta tarde me gustaría hablarles sobre estos dos principios, empezando con la importancia de respetar la ciencia.

“La compañía que empecé hace 25 años hizo su nombre dando a la gente información oportuna y confiable — la información correcta para tomar las decisiones correctas en el momento correcto.  Y he intentado traer ese mismo concepto al Gobierno municipal.  Siempre he creído en el poder de la información buena y sólida — ya que, si no se puede medir un problema — no se puede controlarlo.

“Esto puede parecer ‘obvio’ — pero, en todos los niveles del gobierno, especialmente en Washington, hemos visto siglos de descubrimientos científicos relegados ante la ideología política.  Me gusta llamar a este un fenómeno de “ciencia política”.  Y ustedes pueden verlo funcionando en el movimiento para restringir financiamiento federal para la investigación de células madre o para desacreditar las teorías de la evolución y el cambio climático.

“Sin embargo, pretender que los problemas de salud no existen — o simplemente ignorar la verdad — no es parte del enfoque de mi Administración.  Nosotros averiguamos qué problemas de salud pública están enfrentando nuestros residentes, y recabamos toda la información que podamos.  Luego atacamos los problemas, destacando la prevención donde podemos, y enfocando nuestros recursos donde harán el mayor bien.  Permítanme darles unos cuantos ejemplos de cómo la ciencia nos ha guiado.

“En el año 2001, nuestra ciudad fue golpeada por un ataque terrorista sin precedentes en su tamaño, dimensión e impacto sobre la salud física y mental de la gente.  Nadie podía predecir las consecuencias a largo plazo de una tragedia tan única y sin embargo, devastadora.  Por ello, nuestro Departamento de Salud (DOHMH, en inglés) estableció un proceso para documentar los efectos del desastre llamado Registro de Salud del World Trade Center — el mayor esfuerzo de este tipo jamás emprendido en este país.

“Desde el 2003, el Registro ha estado estudiando una muestra de unas 71,000 personas — quienes representan a cada estado de la Unión — que estuvieron expuestas a los ataques.  Al realizar estas investigaciones, podemos permanecer al tanto de cualquier condición emergente — especialmente problemas como el cáncer y algunas enfermedades pulmonares que tardan más en aparecer — y podemos asegurarnos de dar siempre el mejor tratamiento a quienes han sido realmente afectados — y no a aquellos que, según algunos políticos, han sido afectados.

“Debo notar que la Ciudad ha redoblado esfuerzos para cubrir gran parte de los costos de este tratamiento — y lo hará tanto tiempo como sea necesario.  Pero esta es claramente una obligación nacional, ya que fue un ataque a toda nuestra nación, y gente de todo el país respondió.  De modo que continuaremos buscando financiamiento federal para ayudar a aquellos cuya salud ha sido afectada por condiciones relacionadas con el 11 de Septiembre.

“Otro gran ejemplo de cómo la ciencia nos ha guiado es PlaNYC, nuestra ambiciosa estrategia para poner a la ciudad en terreno firme medioambiental y económicamente en las próximas décadas.  Esta emergió de investigaciones rigurosas sobre los retos que enfrenta la ciudad.  Uno de de los más apremiantes es nuestra calidad de aire; en vecindarios como Harlem y el Sur del Bronx, el aire es malo y los niños son hospitalizados por asma a cuatro veces el promedio nacional. Confrontar este problema significa atacar directamente las fuentes que contribuyen a la contaminación del aire.

“Es posible que ustedes hayan oído sobre nuestra propuesta para implementa una tarifa de congestion para los vehículos que conducen en partes de Manhattan.  Esto ciertamente reducirá los contaminantes en nuestro aire, pero también lo harán nuestras propuestas para reducir emisiones de nuestros edificios, para convertir a nuestra flotilla de taxis en autos híbridos, para construir plantas energéticas más limpias; y para sembrar un millón de árboles en los próximos 10 años.  ¡De hecho, hace unas semanas sembré le primero de ese millón de árboles  en el Sur del Bronx con la ayuda del mejor — y el único — Big Bird! 

“Muchos de los elementos de PlaNYC han sido inspirados por lo que otras ciudades han hecho en todo el mundo.  Este proceso de observar a otros y aprovechar lo que ellos han logrado es realmente un sello de la ciencia, y es una gran parte de todos nuestros esfuerzos de salud pública.  Un buen ejemplo es nuestro programa Nurse Family Partnership, que envía enfermeras experimentadas a los hogares de madres primerizas con bajos ingresos y que a menudo están mal preparadas para la abrumadora responsabilidad que implica el cuidar a un nuevo bebé.

“En todo el país, la evaluación rigurosa de estos programas ha mostrado que ellos reducen drásticamente las cosas que menos queremos ver, como el abuso infantil, las conductas criminales, y las enfermedades y muertes de niños — y aumentan las cosas que queremos ver más, como la mayor extensión de los intervalos entre un primer y un segundo parto, las calificaciones en las escuelas, y relaciones más duraderas entre madres y padres.  Debido a este historial, sentimos que valía la pena intentar el programa en Nueva York, con la ayuda y apoyo del sector privado.

“Sabemos que las inversiones realizadas en los primeros años de un niño mejoran de manera drástica y confiable sus probabilidades de tener buena salud, logros en educación y potencial para ganar un salario en la vida.  Estas son las mismas razones que motivaron al doctor Richmond a lanzar el histórico programa Head Start en 1965.  Y por ello hemos hecho de Nurse Family Partnership una parte esencial de nuestra agenda para combatir la pobreza — que afecta a 1 de cada 5 neoyorquinos.  También es la razón por la que estamos expandiendo el programa a otros vecindarios en la ciudad y creando un equipo especial de enfermeros/as para trabajar con adolescentes embarazadas en cuidado de crianza y mujeres en cárceles y refugios.

“Dar a las madres jóvenes la información que necesitan para fortalecer sus destrezas de padres es una parte crucial del ayudarlas a llevar vidas sanas y gratificantes.  Y esa es la misma filosofía que guía nuestra campaña ‘Cuídate Nueva York’.  ‘Cuídate Nueva York’es la más completa agenda de políticas de salud jamás desarrollada para ciudad alguna en Estados Unidos.  Al establecer 10 prioridades centrales con resultados mesurables, esta motiva a las personas — y sus doctores — a ser preactivos en cuanto a su salud, incluyendo la obtención de pruebas para el cáncer y saber su estatus de VIH.

“‘Cuídate Nueva York’ fue creada en forma muy similar al revolucionario informe del doctor Richmond de 1979, el cual estableció metas cuantitativas de salud púbica para la nación.  La campaña ya nos ha ayudado a reducir el número de neoyorquinos que mueren cada año de VIH.  Y, en los últimos cinco años, no solo hemos visto un aumento de 44% en las pruebas de colonoscopía, sino que 265,000 neoyorquinos más tienen ahora un médico regular.

“Ciertamente, estos tipos de campañas de información pública, que se apoyan en gran medida en la concientización del público, son invaluables, pero también debemos reconocer que, por sí solas, ellas son insuficientes para las enormes tareas que tenemos a mano.  Y  eso me trae al segundo principio de mi Administración: Necesitamos poner algo de poder en nuestra pegada.  Es como Mark Twain describiera una vez su aprecio por la naturaleza de los aguaceros: ‘El trueno’, dijo, ‘es bueno.  El trueno es impresionante.  Pero el rayo es el que hace el trabajo’.

“En el campo de la salud pública, las campañas de información pública son buenas… pero es la ley la que realmente hace el trabajo.  Eso ha sido demostrado una y otra vez — en áreas que van desde el hacer obligatorias a las vacunas hasta requerir los cinturones de seguridad en los automóviles, mejorar la seguridad en los lugares de trabajo, las inspecciones de productos cárnicos, y la fluoridación del agua.  La salud pública tiene éxito conviertiendo en normas a las opciones saludables.  Claramente, hay muchos asuntos de conducta y gusto personales que no nos corresponde regular.  Pero, con igual claridad, también hay áreas en las que tenemos una obligación de actuar sobre lo que conocemos, sobre lo que nos dice la verdad incontrovertible.

“En Nueva York, hemos trabajado especialmente duro para aplicar la fuerza de la ley en tres de estas áreas: reducir las enfermedades relacionadas con el cigarrillo; combatir las enfermedades del corazón y la diabetes; y poner fin a la violencia causada por las armas ilegales.  Primero, permítanme hablarles sobre el cigarrillo.  Hemos avanzado mucho desde que el Dr. Richmond impulsó la guerra contra el cigarrillo con su Reporte del Cirujano General de 1979.  Esa publicación histórica amplificó el enlace indiscutible entre fumar y el cáncer, llevando el asunto de regreso a la escena nacional donde ha permanecido.  Pero millones de estadounidenses siguen fumando a pesar de conocer los peligros.

“Necesitamos desarrollar nuevas soluciones.  Por ello, hace cinco años presentamos la original Ley de Aire Libre de la Ciudad de Nueva York, que eliminó el fumar en bares y restaurantes.  Su premisa — respaldada por el testimonio de un ganador del Premio Nobel y ex director de los Institutos Nacionales de Salud, el Dr. Harold Varmus — era que los meseros, meseras y baristas no deben ser forzados a arriesgar su salud por el humo de segunda mano para ganarse la vida.

“Probablemente ustedes imaginen que en el principio no fui la persona más popular en ciertas partes de la ciudad.  Hasta algunos de mis amigos se oponían a la prohibición — y no tuvieron vergüenza en decírmelo.  (¡Whoopi Goldberg me envió un cenicero!)  También recuerdo a mucha gente prediciendo que la prohibición sería el fin de nuestra industria de turismo.  ¡Algunos temían que ninguna persona de lugares como Italia o Irlanda visitaría la ciudad nuevamente!  Pero eso no solo ha demostrado ser completamente incorrecto, porque Italia e Irlanda están entre las docenas de naciones alrededor del mundo que han seguido nuestros pasos y prohibido el fumar en lugares públicos.

“Lo mismo han hecho más de una docena de estados y muchas ciudades aquí en los Estados Unidos — desde Maine a Montana a Nuevo Mexico.  Más de la mitad de todos los estadounidenses ahora están protegidos del humo de segunda mano en el trabajo.  Y quizás lo más satisfactorio sea cuando un mesero o camarero se te acerca a agradecerte por proteger su salud, y algunas veces es una persona que al principio se oponía a la prohibición.

“La ley — en la forma de impuestos más elevados para los cigarrillos — también ha jugado un rol importante en la reducción del humo de primera mano en nuestra ciudad.  Al principio de mi Administración subimos el impuesto por paquete en casi $1.50.  Este factor ha sido especialmente importante para ayudar a reducir el fumar en los jóvenes, quienes son particularmente susceptibles al precio de los cigarrillos.  Hace cinco años, 1 de cada 4 jóvenes fumaba; hoy, es 1 de cada 10.  Y me da gran satisfacción informar que gracias a todos nuestros esfuerzos, hoy cerca de 240,000 de neoyorquinos menos fuman que los que fumaban hace cuatro años.  Eso evitará casi 80,000 muertes prematuras en los próximos años.

“Nuestro éxito en Nueva York me ha motivado como filántropo privado a ampliar esta campaña en todo el planeta, donde cada año cinco millones de personas mueren de enfermedades relacionadas con el cigarrillo.  El año pasado comprometí $125 millones de mi fundación hacia los dos primeros años de una iniciativa para combatir el fumar en países subdesarrollados, donde viven dos tercios de los fumadores del mundo.  Los fondos — que irán a grupos locales que colaboran para alzar los impuestos, limitar el mercadeo, educar sobre sus peligros, proteger a la gente del humo de segunda mano, y ayudar a los fumadores a dejar el cigarrillo — redobla mucho más los recursos privados que se han dedicado para esta causa en estos países.

“Nueva York también está haciendo un uso dinámico e innovador de la ley para combatir enfermedades del corazón.  En el 2006, aprobamos una regulación que retira paulatinamente el uso de grasas trans artificiales en los restaurantes.  De igual manera que con nuestra prohibición de fumar, enfrentamos mucha oposición, pero nuevamente dejamos que la ciencia propague nuestro mensaje: Se ha mostrado que las grasas trans artificiales aumentan el riesgo de enfermedades del corazón y probablemente son responsables de al menos 500 muertes en nuestra ciudad cada año.

“Hoy, pese a sus inquietudes iniciales de que la prohibición perjudicaría a los negocios, casi todos los restaurantes de Nueva York están cumpliendo con la ley y demostrando que es fácil cocinar sin grasas trans.  Los neoyorquinos ahora están disfrutando comidas más saludables sin ningún cambio en sabor o precio.  Y nuevamente, nuestra ciudad traza el camino para que otros lo sigan: más de una docena de jurisdicciones han aprobado o están considerando leyes similares y casi 50 restaurantes nacionales y cadenas de comidas rápidas han eliminado las grasas trans de sus cocinas — así como casi todos los fabricantes de artículos empacados.

“Estamos ahora igualando este éxito con una serie de intervenciones legales dirigidas a frenar las epidemias gemelas que están empeorando en nuestra ciudad y país: la obesidad y, con ella, la diabetes.  Empezando el año pasado, organizamos un ataque extenso a este “asesino silencioso” — desde programas de almuerzo escolar que exceden los estándares nutricionales federales, a regulaciones que requieren que algunos restaurantes muestren información de calorías, hasta programas de ejercicios en centros de cuidado de niños.

“Se necesita una campaña tan extensa porque casi una de cada diez personas en nuestra ciudad es diabética y — aun peor — casi uno de cada tres de ellos ni siquiera lo sabe.  También estamos colaborando con laboratorios y doctores para crear el primer registro público de salud de diabetes en el país.  Hoy, cuando los neoyorquinos obtengan la prueba de azúcar en la sangre en cualquier oficina médica o centro de salud en nuestra ciudad, esa información va a nuestro Departamento de Salud (DOHMH, en inglés).  Y cuando la gente tenga niveles altos de azúcar en la sangre, colaboraremos con sus doctores para mejorar su nivel de control.

“Algunas personas llamaran a estos pasos intrusivos. Pero yo los llamo dinámicos y salud pública eficaz.  Ha habido momentos muy tristes en nuestra Ciudad cuando un niño ha muerto, o se ha conocido abuso familiar — y las historias dominan las noticias.  Me encantaría ver más titulares sobre los miles y miles de niños y familias que sí ayudamos — y las vidas que sí salvamos —, ya que estas son las historias que verdaderamente reflejan lo que estamos haciendo, y lo que aspiramos a realizar.

“Claramente, la fuerza de la ley es también el único medio eficaz de parar la matanza creada por la tercera amenaza de salud pública: las armas ilegales.  Ahora, para empezar, permítanme aclarar que, según el informe anual de crimen del FBI, la Ciudad de Nueva York es sin duda la ciudad grande más segura del país — más aun que lugares como Madison, Wisconsin, y Rancho Cucamonga, en California.  Sin embargo, más de 300 neoyorquinos son muertos cada año con armas ilegales.  Durante mi Administración esa cifra terrible incluye a siete miembros del Departamento de Policía de la Ciudad (NYPD, en inglés), así como a dos oficiales auxiliares de policía.  Yo leí panegíricos en sus funerales.  Cada una de esas muertes me rompió el corazón — pero hubo una que me movió a llevar la lucha al próximo nivel.

“Todavía recuerdo el incidente claramente: Era noviembre del 2005 y un joven oficial llamado Dillon Stewart había sido baleado durante una parada de tráfico.  Pese a los mejores esfuerzos de los médicos, el oficial murió en la mesa de operaciones.  Minutos después, el Dr. Robert Kurtz, director de cirugías de trauma del hospital, me acompañó mientras yo me hablaba con la prensa.  El doctor estaba exhausto, todavía con su atuendo que estaba cubierto de sangre.

“Calmada y profesionalmente, él explicó cómo su equipo había tratado de salvar al oficial… cómo habían re abierto el pecho del joven después que la primera operación falló… cómo él había tenido el corazón del oficial en sus manos.  Todo sin ningún provecho.  Y luego, en ese momento — habiendo visto tantas víctimas de disparos en su sala de emergencias que el Ejército ahora viene a él para adiestramiento —, él se vio obligado a hablar enérgica y públicamente — sobre el horrible baño de sangre que producen las armas en nuestras calles.

“No hay dudas de que ese día su candor tocó el corazón de nuestra ciudad.  Y nos estimuló a utilizar la ley con más energía que antes.  Pero primero, como siempre, observamos los datos.  He aquí lo que descubrimos: Cerca de 30 estadounidenses son muertos cada día con armas — equivalente a una masacre como la de Virginia Tech diariamente.  Cerca de 85% de las armas recobradas en crímenes en nuestra ciudad son adquiridas fuera del estado.  Cerca de 1% de los comerciantes son responsables de la mayoría de las armas usadas en crímenes en toda la nación.  Ahora, la pregunta obvia era: ¿Quiénes son esos comerciantes delincuentes de armas?

“Créanlo o no, el Congreso ha estado tratando de evitar que lo averigüemos. Es una vergüenza — un triunfo de los intereses especiales sobre el cumplimiento de las leyes.  Y es un problema que afecta no solo a Nueva York, sino a todas las ciudades.  Por ello, en los últimos dos años más de 240 alcaldes de toda la nación y de ambos partidos políticos se han unido a mí y al alcalde de Boston, Thomas Menino para dirigir donde el Gobierno federal no lo hará.  Porque, como alcaldes, nuestra primera responsabilidad es la seguridad publica, y porque entendemos que parar las armas ilegales no tiene nada que ver con ideologías o con el derecho constitucional de portar armas.  Se trata de evitar que los criminales obtengan armas.

“Por ello, en Nueva York hemos aprobado la ley más dura en el país contra la posesión ilegal de un arma de fuego cargada.  Y es por ello que hemos demandado a comerciantes de otros estados a quienes capturamos vendiendo armas ilegalmente.  La mitad de esos comerciantes han llegado a convenios con nosotros y acordado el monitoreo de sus ventas — y eso es un  gran primer paso en la dirección correcta.

“Al cerrar, permítanemente sólo ofrecerles mi gratitud una vez más por la gentileza y sorpresa de este honor.  Si me hubiesen dicho hace cuatro décadas, durante mis días aquí en el campus — que un día recibiría el premio más grande de la Escuela de Salud Pública, habría parecido ridículo.  Y dado mi récord académico, ¡mis profesores habrían estado aun más sorprendidos!  Pero mi vida ha dado claramente un número de giros inesperados — y me alegra que descubrí mi pasión por la salud pública, aun si me tomó más tiempo que a todos ustedes.  Los aplaudo — especialmente a los estudiantes, por hallar su vocación.

“Es posible que la salud pública no produzca los resultados inmediatos y gratificación instantánea de la medicina privada.  No provee el mismo tipo de dinero o gloria, pero, guiada por la mejor investigación y la aplicación juiciosa de la ley, puede hacer una diferencia enorme para millones y millones de personas.  No puedo imaginar una forma mejor de pasar sus vidas ni algo con lo que puedan tener un mayor impacto.  Gracias de nuevo por este increíble honor”.







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