“Buenos días. Les habla el alcalde Bloomberg.

“Quizás Nueva Orleáns tenga el Mardi Gras, pero si el martes pasado estaban buscando la fiesta más grande en los Estados Unidos, había solo un lugar donde estar: el Bajo Manhattan.  Ahí es donde los Gigantes de Nueva York celebraron su sorprendente victoria viniendo desde atrás en el Super Bowl XLII con uno de los mundialmente famosos desfiles triunfales de nuestra ciudad en el Cañón de los Héroes de Broadway.

“Por el sendero recorrido por héroes pasados como Charles Lindbergh y John Glenn llegaron Eli Manning, el inspirador Michael Strahan, el genial entrenador Tom Coughlin, y por supuesto, el mayor invitado de honor del desfile — el único e irrepetible trofeo Vince Lombardi.

“Esta fue la primera vez que nuestra ciudad ha realizado un desfile triunfal para uno de nuestros equipos de fútbol, y fue un honor bien merecido.  Eso es porque los Gigantes fueron un equipo que personifica lo mejor de Nueva York.  Nunca se rindieron.  Creyeron en sí mismos, aun cuando perdían.  Y fue esta fe la que los ayudó a triunfar en el Super Bowl, a lograr lo increíble e inspirar al país.  Estoy seguro de que esa noche gloriosa en Arizona será recordada por décadas como uno de los mejores partidos que jamás se hayan jugado.

“Fue un juego increíble — y lo que siguió fue casi igualmente increíble: planificar el desfile del martes.  Esto sucedió en gran parte porque solo podíamos hacer ciertas preparaciones por adelantado — por temor a echar a perder las oportunidades del equipo.  Así que, en el momento en que el juego finalizó y los aficionados de los Gigantes empezaron a celebrar, un grupo de dedicados empleados municipales representando a más de una docena de organismos empezaron el domingo por la noche a definir el trabajo preliminar para otra celebración.  Y casi 36 horas más tarde, presentamos una de las celebraciones de triunfo más grandes que esta ciudad jamás haya visto.

“Las cifras hablan por si solas: 15 carrozas, 12 bandas de marcha y 11 autobuses de dos pisos y convertibles desfilaron por Broadway.  Un mar de aficionados hasta donde se podía ver.  Unas 36 toneladas de confeti cayeron del cielo.  Se presentaron noventa y seis Llaves de la Ciudad a los jugadores, entrenadores y administradores.  Cuatrocientos cincuenta voluntarios se encargaron de cada detalle.  Se distribuyeron más de 500 credenciales de prensa a medios de información de todo el país.  Hubo muy pocos incidentes de problemas o desorden público.  Y usando mi número preferido — el 311 — organizamos una lotería pública de entradas para el encuentro de la victoria en City Hall.  Esa es la verdadera belleza del 311.  Es innovadora, adaptable, y nos permite servir al público en nuevas formas que nunca anticipamos.

“Igualmente impresionante fue la limpieza.  A solo minutos de concluir el desfile, más de 300 empleados de Sanidad Pública armados con escobas, aspiradoras de hojas y barredoras de calles mecánicas se encargaron de Broadway, despejando la basura — incluyendo más de dos toneladas de papel que fue reciclado (la primera vez que se hace eso).  Las calles fueron reabiertas para la hora pico de la tarde.  Y para la mañana del miércoles, se podía caminar por Broadway y casi imaginar que nada fuera de lo ordinario había pasado el día anterior.

“Pero claro, pasó.  El desfile del martes no fue nada menos que extraordinario.  Fue solo otra oportunidad para que demostremos al mundo que nadie lleva a cabo grandes eventos que son seguros y fascinantes como la Ciudad de Nueva York.  Y fue una demostración clara de que nadie tiene el espíritu como los neoyorquinos — o una fuerza laboral municipal tan capaz y dedicada.  Sin embargo, esta fue más que nada la forma perfecta de agradecer y honrar a un equipo que ha llevado a millones de aficionados en un inolvidable viaje hasta la cima.

“Les habló el alcalde Mike Bloomberg.  Gracias por su atención — ¡y hagámoslo de nuevo el próximo año!”