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PR- 120-07
22 de abril de 2007

EL ALCALDE BLOOMBERG PRESENTA PLANYC: UN NUEVA YORK MEJOR, MÁS VERDE

A continuación se presenta el texto del discurso del alcalde Bloomberg en el lanzamiento de plaNYC en el Museo de Historia Natural

Realmente debo agradecer al gobernador por esa tan amable introducción.  Es un honor escuchar a uno de los líderes más impresionantes e independientes en nuestro país referirse a mí como su compañero del alma.  Y, aun si no fuéramos compañeros del alma, él es mucho más grande que yo, por lo cual yo no cuestionaría nada que él diga.

Alcaldes Koch y Dinkins, portavoz Quinn, distinguidos invitados: Justo afuera de esta magnífica sala hay una placa.  Es posible que ustedes la hayan visto cuando entraban.  Está grabada con un proverbio keniano: “La Tierra no os fue dada por vuestros padres, os fue prestada por vuestros hijos”.  Creo que ese sentimiento tiene una particular resonancia hoy, Día de la Tierra, cuando cientos de millones de personas alrededor del globo están realizando un esfuerzo extra para conservar y promover nuestros recursos naturales.

Y el proverbio ha sido también la fuerza que impulsa nuestras acciones en el último año que buscan crear un plan integrado para una ciudad más brillante, más sana, más próspera en cuanto a la economía.  Una Ciudad de Nueva York que queremos “devolver” a nuestros hijos, tan magnífica como puede ser.  Y de eso es que quiero conversar esta tarde con ustedes.

En algunas maneras, este plan ha estado realizándose por 30 años.  En ese tiempo, hemos estado trabajando duro para reconstruir y restaurar la ciudad que nuestros padres nos dejaron y cuyos excelentes recursos habíamos descuidado tontamente.  Gracias a tantos neoyorquinos, incluyendo a muchos en esta sala, hemos triunfado en forma espectacular.  Los subways, antes dañados y peligrosos, se acercan ahora a un récord de pasajeros.

Nuestros parques, antes vertederos de basura, están ahora más limpios y verdes de lo que han estado en décadas.  Nuestras viviendas — antes abandonadas — han sido renovadas y revitalizadas.  Nuestro litoral — antes contaminado — es ahora el hogar de una creciente red de parques y vida silvestre.

Y, ¿mencioné el nivel históricamente bajo de desempleo, una calificación récord para nuestros bonos, cifras de turismo que superan todos los criterios y, sobre todo, que los neoyorquinos están ahora viviendo más que el estadounidense promedio por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.

Parece que cada día estamos alcanzando nuevas marcas.

Pero ninguna es más emocionante, o más agotadora, que esta: ahora hay 8.2 millones de neoyorquinos — más que en cualquier momento en nuestra historia.  Y están llegando más — probablemente casi un millón más para el 2030.

Este crecimiento traerá dinamismo, diversidad, oportunidad, empleos (unos 750,000), y miles de millones de dólares en ingresos nuevos.  Pero también planteará retos que — sin no son enfrentados — podrían ser paralizantes: La infraestructura, estirada más allá de sus límites; los parques, atestados; las calles, congestionadas con tránsito; los trenes, llenos más allá de su capacidad; el aire más sucio, el agua más contaminada; y cambio climático que es real y preocupante.  Como ciudad costera, estamos al borde de uno de los efectos más espectaculares del calentamiento global: aumento en los niveles del mar y tormentas más intensas.

La ciencia está ahí.  Es hora de dejar de debatirla y empezar a ocuparnos de ella. Por supuesto, ninguna ciudad o país puede por sí sola atender este problema.  Pero eso no significa que podemos dar la espalda a la responsabilidad de hacer lo que nos corresponde y mostrar a otros que se puede hacer en formas que fortalecerán la salud de la economía a largo plazo.

Lo hemos hecho antes.  Solo vean la prohibición del fumar.

Mejoramos la salud pública — y la economía.  Y países enteros nos siguieron.  No estamos interesados en pregonar a otros.  Estamos haciendo lo que es mejor para nuestra ciudad — y, cuando cosechemos los beneficios, tal vez otros nos seguirán de nuevo.  Al planificar para todos los desafíos que enfrentamos en las próximas décadas, quiero sugerir algo poco ortodoxo para el gobierno.  Algo inusual.  Quiero sugerir que enfrentemos esos desafíos, no mañana, no en el futuro, no cuando sea demasiado tarde, sino ahora mismo.

Hagámoslo — hoy.

Enfrentemos el hecho de que el crecimiento de nuestra población está poniendo a nuestra ciudad en curso de chocar contra el medioambiente, que en sí está haciéndose más inestable e incierto.  Reconozcamos que muchos de los triunfos que hemos logrado en la calidad de nuestro aire, agua y tierra estarán perdidos — si no actuamos.  Y recordemos, esta noche cuando pongamos a nuestros hijos a dormir, que ellos son los que pagarán los enormes costos de nuestra inacción.  No podemos permitir que eso suceda y, esta tarde, en este hermoso Día de la Tierra 2007, prometámosnos que no permitiremos que eso suceda.

Yo les hago esta promesa a ustedes: No pasaré mis últimos 984 días en el cargo pretendiendo que todo está bien y dejando estos desafíos al próximo alcalde, quien podría a su vez pasarlos a su sucesor o sucesora.  Y nosotros — los residentes de una ciudad que es un faro para el mundo — no abdicaremos a nuestra responsabilidad para con ese mundo.  Eso no es liderazgo. El liderazgo se trata de reconocer retos y aprovechar oportunidades.  Y vamos a aprovechar esta oportunidad — para indicar el camino hacia delante y crear la primera ciudad medioambientalmente sustentable del siglo XXI.

¿Pero cómo?  No hay una respuesta única. Y no hay respuestas fáciles.  Cuando nuestra Oficina de Planificación a Largo Plazo inició su trabajo hace más de un año, la meta era crear un plan estratégico de uso de suelos.  Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no se puede formular un plan de uso de suelos sin pensar en el transporte, y no se puede pensar en transporte sin pensar en la calidad del aire.  No se puede pensar en la calidad del aire sin pensar en energía, y ciertamente no se puede pensar en energía — o en nada de esto —  sin pensar en el calentamiento global. 

Cada uno de estos problemas está interconectado.  Y entonces ampliamos nuestro horizonte.  Empezamos a pensar en una visión más integrada para enfrentar todos los retos físicos a largo plazo de la ciudad — y eso incluye los retos medioambientales.  Sabíamos que no podíamos hacer el trabajo solos.  Por eso formamos la Junta de Asesoría para el Desarrollo Sustentable (Sustainability Advisory Board, en inglés), integrada por líderes de los sectores privado, público y sin fines de lucro. 

Y, en los últimos meses — a través de 11 encuentros municipales, más de 50 encuentros de presentaciones con más de 150 grupos activistas y un sitio Web interactivo —, hemos tendido la mano a neoyorquinos en los cinco condados para que nos ayuden a pensar las mejores maneras de lograr las diez metas ambiciosas que establecimos en diciembre, cuando dimos inicio al proceso plaNYC.  He aquí un vistazo a lo que ellos respondieron.

Informados por el proceso que ustedes acaban de ver y con la ayuda de nuestra Junta de Desarrollo Sustentable, hemos desarrollado estrategias para convertir las metas de plaNYC en realidades.  Nuestras estrategias se enfocan en las cinco dimensiones clave del medioambiente en la ciudad: tierra, aire, agua, energía y transporte, para que podamos absorber el crecimiento que viene a la vez que continuamos fortaleciendo nuestra economía, nuestra salud pública y la calidad de vida en nuestras vecindades.

Esa es nuestra visión: una ciudad que encuentre soluciones creativas a la necesidad de más vivienda y parques, que tenga un aire mucho más limpio — el más limpio de ciudad alguna en la nación —, que proteja la pureza del agua de beber, y que abra prácticamente todos nuestros ríos y arroyos y aguas costeras a la recreación.

Es la visión de una ciudad que produce más energía en forma más limpia, más confiable y más barata, y que ofrece a los neoyorquinos más opciones para desplazarse por la ciudad, más rápidamente. Una ciudad del siglo XXI que aprovecha al máximo nuestro caudal de recursos naturales para que los neoyorquinos puedan aprovechar al máximo sus vidas.  Para lograr esa visión, hoy estamos proponiendo 127 iniciativas nuevas.  Ustedes las encontrarán en el libro que estaremos distribuyendo dentro de poco.  Este es el resultado de más de un año de estudios y recolección de opiniones.  No es un folletín bonito.  Incluye análisis profundo y propuestas cuidadosamente construidas.  Habla sobre lo bueno y lo malo, los beneficios y los costos. 

Esos costos son significativos — pero los ahorros que ya hemos hallado en el presupuesto servirán como nuestro pago inicial.  Y los beneficios serán mucho mayores y duraderos.  Cada una de las 127 iniciativas producirá mejoras concretas que los neoyorquinos podrán ver y sentir y experimentar en sus vidas cotidianas.  Y, juntas, estas iniciativas representan algo que, aunque acaso menos tangible, será no menos importante: el ataque a mayor escala contra las causas del calentamiento del planeta y la degradación del medioambiente que ciudad alguna haya emprendido jamás.

Ahora, si intento describir nuestras 127 propuestas en este discurso, al finalizar estaremos a mitad del camino hacia el 2030, y, como Ben Stiller puede decirles, ustedes no quieren pasar “Una Noche en el Museo”.  Entonces, en vez de eso les daré una descripción general de PLAN-Y-C, y destacaré algunas de sus propuestas más significativas.

Empecemos con nuestro recurso más básico: la tierra.  A medida que crece nuestra ciudad, proponemos utilizar nuestra tierra en forma más creativa y eficiente.  Para acomodar a casi un millón más de neoyorquinos, vamos a tener que crear cientos de miles de viviendas nuevas — incluso por encima de nuestro plan de viviendas asequibles existente, el mayor jamás emprendido por ciudad alguna.

Para hacerlo — y para construir esos nuevos hogares a costos más bajos, tenemos que hacer que más tierra esté disponible para vivienda nueva, lo cual ayudará a quitar presión sobre los precios de los terrenos.  Nuestro plan aboga por duplicar la cantidad de tierra disponible para posibles proyectos de vivienda.  Podemos hacerlo colocando plataformas sobre depósitos de ferrocarriles y carreteras, y usando terrenos del Gobierno en una forma más productiva.

Sin embargo, nuestra herramienta más importante — y la forma de lograr nuestras metas mientras seguimos luchando contra el sobredesarrollo — es rezonificar áreas con buen acceso al transporte público, que son las más capaces de absorber crecimiento adicional.  Por eso 95 por ciento de los lugares que proponemos para nuevos proyectos de vivienda están a poca distancia a pie del transporte público.  Algunos de estos lugares son antiguos terrenos industriales cuya limpieza ha tomado demasiado — más que demasiado — en realizarse.

Por ello proponemos acelerar la limpieza de los 7,600 acres de antiguos terrenos industriales que aún quedan en nuestra ciudad — a la vez que aseguramos protecciones de salud pública desarrollando nuevas estrategias para ahorrar tiempo, nuevas directrices de saneamiento específicas para la ciudad y una nueva oficina de antiguos terrenos industriales que supervise las iniciativas e impulse la participación de la comunidad.

Algunos de nuestros antiguos terrenos industriales podrían también convertirse en espacio abierto y terreno para parques, lo cual une a las comunidades.  En apenas los últimos cinco años, hemos añadido más de 300 acres al mayor y mejor sistema de parques en la nación; sin embargo, casi 2 millones de neoyorquinos viven aún demasiado lejos de los parques y campos de juego.  En un momento en que nuestra tasa de obesidad infantil es mucho más alta que el promedio nacional, prohibir las grasas trans no es suficiente.  También tenemos que prohibir todos los postres y dulces (¡es solo una broma!)

También tenemos que dar a los neoyorquinos más oportunidades para practicar los deportes que aman y para disfrutar el ejercicio que es esencial para un estilo de vida saludable. ¿Cómo lo hacemos?  Crearemos nuevas instalaciones de recreación en cada condado.  Para fútbol, béisbol, criquet y más.  Abriremos 290 patios de escuelas como áreas de juego locales.  Incrementaremos las horas de uso en 39 campos instalando luces.  Cubriremos 25 campos de asfalto con césped artificial que permitirá un mayor uso.  Recuperaremos ocho grandes sitios que fueron designados como parques hace décadas pero nunca completados.  Y también lanzaremos la más ambiciosa iniciativa de ‘enverdecimiento de calles’ en la larga historia de Nueva York, el primer pago en lo que se convertirá en una inversión de $250 millones en casi un cuarto de millón de árboles nuevos en las calles de la Ciudad de Nueva York — al igual que una nueva plaza pública en cada comunidad.

Juntas, todas estas iniciativas darán a los neoyorquinos el nuevo espacio abierto y las extraordinarias oportunidades de recreación que necesitaremos en las décadas que vendrán, y ellas garantizarán que, hacia el 2030, prácticamente todos los neoyorquinos vivan apenas a una corta distancia a pie de un parque.
 
Uno de los ocho parques grandes que estaremos mejorando amerita una atención especial: el Parque High Bridge en Washington Heights.  El parque tiene este nombre por el Puente Elevado que fue completado en 1848 para llevar agua desde el embalse de Croton, atravesando el Bronx hasta Manhattan.  Es el puente más viejo de nuestra ciudad — pero ha estado cerrado a los peatones por décadas, un notable símbolo de una época en que Nueva York no preservó sus tesoros históricos. Es hora de arreglar eso.

Y por ello estamos comprometiéndonos a reabrir el puente, beneficiando a comunidades a ambos lados del río Harlem.  El acueducto del High Bridge fue parte de un sistema de abastecimiento de agua que es aún una obra maestra de la ingeniería, llevando ahora más de mil millones de galones de agua pura, cada día, a más de nueve millones de personas.

Hace más o menos una semana, la Agencia para la Protección del Medioambiente (EPA, en inglés) reconoció nuestro éxito manteniendo nuestros embalses limpios al ahorrarnos la responsabilidad de construir una segunda planta de filtración que costaría varios miles de millones de dólares.  Esa es la buena noticia.  Pero el sistema está mostrando su edad con algunas partes que tienen más de un siglo de antigüedad.  Y, a medida que el desarrollo en el norte del estado continúe, nuestro sistema de suministro de agua requerirá nuevas inversiones.

Por ello continuaremos nuestro exitoso programa de protección de las cuencas fluviales en los sistemas de Catskill y Delaware como muchos han defendido durante mucho tiempo, especialmente la portavoz Christine Quinn y el concejal Jim Gennaro, presidente del Comité de Protección Medioambiental. Para crear más redundancia en el suministro, evaluaremos nuevas fuentes de agua, y para reducir la demanda, propondremos nuevas medidas de conservación.

Juntos, estos pasos nos permitirán reparar las filtraciones en el Acueducto Delaware, en el norte del estado.  Y también completaremos el Túnel de Suministro de Agua No. 3, lo cual nos permitirá reparar y modernizar los túneles números 1 y 2, que no han sido inspeccionados en más de 50 años. 

Nueva York tiene la suerte de contar no solo con un amplio suministro de agua fresca, sino también con una riqueza de ríos, arroyos y aguas costeras.  Desde tiempo inmemorial, ellos promovieron una increíble diversidad de vida marina, parte de la cual se exhibe aquí en esta sala — aunque tal vez no las gigantescas morsas a mi izquierda.  Sin embargo, la ciudad contaminó por demasiado tiempo esta agua y, en la medida en que nuestra población creció, también aumentó esa contaminación.

Nosotros podemos cambiar eso.

Podemos abrir casi todo el litoral de nuestra ciudad a la recreación — si superamos un error mayor construido en nuestra infraestructura hace muchas décadas.  Ahora mismo, 60 por ciento de la red de alcantarillado municipal recoge tanto agua de lluvia como drenaje sanitario en las mismas tuberías.  Eso está bien en la mayoría de los días; nuestras plantas de tratamiento pueden manejarlo todo.  Pero los aguaceros súbitos como el del fin de semana pasado sobrepasan el límite de las plantas de tratamiento que luego echan drenaje no tratado a nuestras bahías y ríos.

Desde 1980, hemos recortado esta contaminación del agua en más de la mitad.  Ahora aprovecharemos ese progreso invirtiendo más de $10 mil millones para continuar actualizaciones a nuestras instalaciones de tratamiento de drenaje y previniendo la lluvia que provoca que se rebosen las aguas residuales.  Eso significa enverdecer nuestras calles, ampliar nuestros cinturones verdes, promover techos verdes, ¡e incluso sembrar moluscos que limpian el agua!

Nuestras propuestas para mejorar la calidad del aire no son menos ambiciosas.  Nuestra meta es sencilla: dar a Nueva York — la ciudad más grande de la nación — el aire más limpio de cualquier ciudad grande en la nación.

Nuestras calles ya son las más seguras en la nación — ¿por qué no nuestro aire?  Esto se puede hacer, y ya hemos tenido un buen inicio.  Hoy, nuestro aire — como nuestra agua — está mucho menos contaminado de lo que estaba hace apenas unas décadas.  Pero en ese aire más claro se halla esta nube de mal augurio: los neoyorquinos aún respiran más del hollín que contribuye tan fuertemente a enfermedades mortales del corazón y los pulmones que lo respirado por los habitantes de todas menos una de las ciudades grandes de Estados Unidos.

Y, debido a la exposición a los escapes de diesel con hollín y las plantas energéticas que lanzan humo y están concentradas en comunidades de bajos ingresos, muchos de sus residentes llevan la carga de esta amenaza a la salud pública.  En partes del Bronx, Brooklyn y Harlem, los niños son hospitalizados por asma casi 4 veces más que el promedio nacional.  ¡Cuatro veces! 

No podemos cerrar los ojos a esta atrocidad.  Todos nuestros niños merecen comenzar sanamente en la vida.  Muchas personas llaman a eso justicia medioambiental; yo lo llamo simplemente ‘hacer lo correcto’.  Y por eso, hoy estoy instruyendo al Departamento de Salud e Higiene Mental para que realice una campaña sin precedentes a fin de monitorear y evaluar la calidad del aire en cada parte de la ciudad.  Esta registrará nuestro progreso en el más ambicioso ataque a la mortal contaminación del aire que nuestra ciudad haya emprendido jamás, eliminando para el año 2030 cerca de 40 por ciento del hollín producido localmente.

Para empezar, requeriremos el uso de aceite de mayores grados para calentar casas, escuelas y sitios de negocios.  Estas medidas, combinadas con una major eficiencia energética, sacarán más de 3,000 toneladas de hollín de nuestro aire cada año.  También iniciaremos el enverdecimiento agresivo de nuestra ciudad que acabo de describir, el cual incluirá sembrar un millón de árboles en los cinco condados.  Los árboles no solo ayudan a embellecer las comunidades; ellos también sacan hollín del aire.

Creo que es seguro decir que nunca antes he sido acusado de ser amante de los árboles, pero los hechos son los hechos. Y el hecho es que a la gente le gustan los árboles en sus vecindades, y ellos son buenos para nuestra salud.  Entonces, ¿por qué no sembrar más de ellos?  En última instancia, no podemos atacar la contaminación del aire sin recortar significativamente las emisiones de contaminantes del transporte tanto en como fuera del camino.  Nosotros haremos eso con, por ejemplo, inversiones e incentivos para el reemplazo y reabastecimiento de los camiones de combustible diesel pesado que operan en nuestra ciudad.

También  modernizaremos y limpiaremos nuestra flota de autobuses escolares con combustible diesel.  Propondremos medidas para reducir el tiempo que los motores de los taxis y autos negros están encendidos sin moverse y para eliminar el impuesto municipal a la venta de vehículos híbridos.  Asimismo, trabajaremos para reducir la contaminación de equipos pesados de transporte, incluyendo la de equipos de construcción — desde nuestros ferris, incluyendo el Ferry de Staten Island, y de aviones y vehículos en aeropuertos regionales, trabajando con la Autoridad Portuaria y aerolíneas para reducir el combustible desperdiciado.

Ahora, no podemos hablar sobre reducir la contaminación del aire sin hablar sobre el congestionamiento.  Por lo tanto, hablemos del problema que no podemos obviar: el costo de la congestión.  No se puede escapar a los costos del congestionamiento en nuestras calles — en los cinco condados.  Los costos están escondidos — pero son reales.  La prevalencia del asma en nuestros niños es mucho mayor que el promedio nacional.  El congestionamiento no es la única causa, pero no podemos pretender que no es un factor significativo — lo es.

La congestión también produce costos mayores para los consumidores y empresas — ya que las entregas cuestan más de lo que costarían, y la gente que no puede usar el transporte público decide no venir a la ciudad.  ¿Quién quiere sentarse a esperar en el tránsito durante horas?  La congestión desperdicia combustible — lo cual impulsa el calientamiento global.  Y, por supuesto, desperdicia tiempo, tiempo que podríamos pasar con la familia.  O trabajando.  O yendo a un parque.

A medida que la ciudad continúa creciendo, los costos de la congestión — para nuestra salud, para nuestro medioambiente y para nuestra economía — van solo a empeorar.  La pregunta no es si queremos pagar, sino cómo queremos pagar.  ¿Con una mayor prevalencia de asma? ¿Con más gases de invernadero? ¿Tiempo desperdiciado? ¿Negocios perdidos? ¿Y precios más altos? ¿O cobramos una tarifa modesta para motivar a más gente a utilizar el transporte público?

He pensado mucho en esta pregunta.  Y comprendo la vacilación en cuanto a cobrar una tarifa.  Yo mismo fui un escéptico.  Pero miré los hechos, y eso es lo que estoy pidiendo a los neoyorquinos que hagan.  Y la verdad es que en ciudades como Londres y Singapur, estas tarifas funcionaron para reducir la congestión y mejorar la calidad del aire.  Muchas personas ya están pagando para conducir hasta Manhattan — hay peajes en la mayoría de los puentes y en los cuatro túneles.  Pero, para evitar esos peajes, mucha gente maneja por calles de los vecindarios.  Eso no solo obstruye las calles, sino que aumenta la polución del aire — y los índices de asma.

¿Y por qué deben pagar peajes diferentes los que viajan desde el Bronx, Queens, Staten Island y Brooklyn — y los de los suburbios del norte, el este y el oeste?  Cobrando una tarifa fija, podemos eliminar esas disparidades, ya que los peajes serían deducibles.  Eso significa que los que manejan y usan el [cobrador de peaje automático] E-Z pass en el túnel de Queens-Midtown, el Puente Triborough, el Puente Henry Hudson y los túneles Lincoln y Holland pagarían la misma cantidad, y lo mismo harían los conductores que toman los puentes de Brooklyn, Williamsburg y Queensborough.

Todos ellos van hacia el mismo lugar: ¿por qué no deben ser todos tratados por igual?

Al establecer la tarifa, no hay un número mágico, pero tiene que ser suficientemente alto como para motivar a más personas a cambiar al transporte público y suficientemente bajo como para no acabar con los ahorros — para los negocios y los que tienen que manejar.  En base a un análisis minucioso y la experiencia de otras ciudades, creemos que un cargo de $8 lograría estas metas.  Hay muchas formas diferentes en que este sistema podría funcionar en Nueva York.

Como prueba, buscaremos autoridad estatal para un proyecto piloto de tres años, y nos sentimos muy optimistas de que, trabajando con funcionarios estatales, aseguraremos cientos de millones de dólares en financiamiento federal para ello.

A los autos que viajan al sur de la Calle 86 se les cobraría $8, pero los que viajan solo dentro de la zona pagarían la mitad del precio.  La mayoría de los neoyorquinos no serían afectados en lo absoluto — y no solo porque la gran mayoría no maneja para ir a trabajar.  Creemos que la tarifa debe aplicarse solo en días de semana — de 6 AM a 6 PM.  Si usted maneja hasta Manhattan durante las otras doce horas o en un fin de semana, no se cobraría nada.  Y, si usted vive al sur de la Calle 86, quédese tranquilo: no va a pagar por el gran privilegio de mover su automóvil al otro lado de la calle en las mañanas.

Asimismo, aun durante el período desde las 6 AM a las 6 PM, no se cobraría para usar las autopistas FDR o West Side Highway, por lo que la gente de Staten Island, Brooklyn, Queens y el Bronx todavía podrían usarlas sin cargo alguno cuando van al Yankee Stadium o el Túnel Holland.  Incluso aquellos que toman taxis no serían afectados, ya que los taxis estarán exentos de ese pago.  Al analizar el precio de la congestión, estudiamos patrones de viajes en toda la ciudad y llegamos a un hallazgo extraordinario: de los neoyorquinos que viven en Manhattan, solo cinco por ciento viajan al trabajo en automóvil.  ¡Cinco por ciento!

Por ello, estimamos que los choferes de la ciudad pagarán solo un poco más de la mitad de estas tarifas para la congestión.  Los conductores de fuera de la ciudad pagarán el balance.

Sabemos que convencer a este cinco por ciento será especialmente difícil, ya que, ahora mismo, muchos sienten que no tienen opciones buenas de transporte público.  No es que el transporte [público] no exista; de hecho, en cada vecindario de los cinco condados, la mayoría de las personas que viajan a Manhattan lo hacen tomando un subway, autobús o tren de pasajeros.  Pero sabemos que el servicio a muchas áreas no es lo que debería ser.  Por ello, antes de implementar el plan para la congestión, implementaremos una variedad de mejoras al transporte público para los vecindarios que reciben el menor servicio.  Esto significa que, si usted está entre el cinco por ciento de residentes que viajan a Manhattan en automóvil, se beneficiará con un mejor servicio de autobús o viajes más rápidos y menos dolores de cabeza.

Y el otro 95 por ciento de los neoyorquinos se beneficiarán no solo de una menor congestión en los caminos de los cinco condados, aire más limpio y autobuses más rápidos, sino también — con el ingreso generado por el plan para la congestión — de nuevas inversiones en el transporte masivo.  Y eso es algo que definitivamente necesitamos.

No son solo los caminos que están cada vez más obstruidos; los neoyorquinos están siendo desacelerados por los trenes repletos de pasajeros.  Permítanme explicar la congestión que está sobrepoblando las rutass de subway y líneas esenciales de pasajeros.  Hoy, 11 de las 26 rutas del tren metropolitano experimentan congestión en las horas pico, y tres ya están llenas a toda capacidad — las rutas en rojo.  (Yo mismo he estado en esa línea roja algunas veces.)  Las condiciones son suficientemente malas ahora.  Pero, si no actuamos, en el año 2030 la situación será intolerable.  Solo hay que ver a todas las partes rojas en este gráfico.  Hacia el año 2030, esperamos que casi todas las rutas del subway —  23 de las 26 rutas —  estén en gran medida congestionadas.

Pero esto no tiene que ser así, si incrementamos la velocidad a la que viajan los trenes, lo cual ayudará a reducir la sobrepoblación — a la vez que mejoramos también su confiabilidad, si ampliamos el servicio de autobús rápido a áreas de la ciudad (especialmente en Queens) que son servidas deficientemente por el subway, si construimos el subway de 2da Avenida (no solo desde la Calle 96 a la 63), sino todo desde Harlem a Battery.  Si ampliamos el servicio de ferry a nuestras crecientes comunidades en el litoral y si construimos un enlace de trenes para conectar el Bajo Manhattan con Brooklyn, Jamaica, el Aeropuerto JFK y Long Island, donde un sistema de tren ligero podría ayudar a muchos residentes de la ciudad y de Long Island a llegar al trabajo más fácilmente.

Ya se: Si incrementamos, si mejoramos, si ampliamos, si…

Por décadas, estos y otros proyectos mayores de transporte — tales como el servicio de subway súper rápido a Queens — han estado en las mesas de dibujo y los planificadores y residentes los mencionan como salidos de un sueño.  ‘Si pudiésemos construir al menos eso, si pudiésemos construir solo aquello’… La razón por la que no han sido construidos, por supuesto, o por la que nuestro subway no ha sido llevado a un buen estado de reparación, es dinero.  De hecho, hemos identificado 18 proyectos críticos de transporte que, colectivamente, enfrentan brechas en su financiamiento por un total de $31 mil millones. 

Bueno, podemos continuar hablando acerca de cubrir esa brecha, y pienso que todos sabemos cómo eso terminará; o podemos trabajar con el Estado y, juntos, podemos cubrirla.  Las consecuencias son claras. Es nuestra elección.  Y estamos eligiendo actuar.

En las próximas semanas, empezaremos a solicitar a nuestros colaboradores en Albany la creación de una Autoridad de Financiamiento para “Movilidad Sustentable y Transporte Regional (“Sustainable Mobility and Regional Transportation” o “SMART”, en inglés).  La Autoridad SMART estará facultada para recaudar fondos y emitir bonos de ingresos, y otorgará subvenciones de contrapartida a agencias de transporte — la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA, en inglés), la Autoridad Portuaria y el Departamento de Transporte de la Ciudad — para proyectos esenciales de transporte público.

Los fondos de SMART vendrán de tres fuentes: primero, la Ciudad está list para hacer un compromiso sin precedentes de más de $200 millones anuales al fondo de SMART.  Segundo, pediremos a la Legislatura que iguale nuestro compromiso igual que hizo con nuestro plan capital para las escuelas.  La tercera fuente de financiamiento será el cobro por la congestión.

Los beneficios de estas inversiones no pueden ser más claros.  Y ustedes pueden verlo en este gráfico, como lo rojo se convierte en verde, señal de una ciudad sana y en crecimiento, de nuevo en movimiento.

Nuestra red de transporte no es la única infraestructura clave que está cada vez más forzada.  Como todos experimentamos en una manera demasiado clara el verano pasado, nuestra anticuada red de energía no solo es insuficiente para realizar el trabajo de soportar a una ciudad grande del siglo XXI.  Y, a medida que crecemos, y si los veranos siguen haciéndose más calientes, la tensión aumentará, produciendo más colapsos, más aire contaminado y facturas más altas de energía.  De hecho, si no hacemos algo, la factura total de energía de la ciudad se incrementará en $3 mil millones para el año 2015.

No podemos costear la espera, y no podemos costear el continuar como rehenes de las olas de calor.  Por ello estamos proponiendo maneras de proveer energía más limpia, más confiable, y maneras de usarla más eficientemente.  Para hacerlo, ampliaremos nuestras fuentes de energía limpia y a la vez mantendremos nuestra demanda constante aun mientras crecemos, una hazaña que ninguna ciudad ha logrado jamás.  Para incrementar el suministro, construiremos nuevas plantas de energía limpia mediante contratos garantizados, promoveremos el mejoramiento de plantas existentes y crearemos un mercado de energía renovable.

Para estabilizar la demanda, nos dirigiremos a nuestros mayores consumidores de energía con incentivos que promueven la modernización de los edificios y la compra de equipos eléctricos con la mayor eficiencia de energía, y también apoyaremos nuevas resoluciones, incluyendo una propuesta para requerir que todas las construcciones nuevas en nuestra ciudad tengan una eficiencia 20 por ciento mayor que lo exigido por nuestro código de energía actual.

Además, pediremos a la Legislatura estatal que nos ayude a dar un paso sin precedentes: cambiar la Constitución municipal para requerir un nivel de financiamiento igual al 10% de nuestra ley de energía para modernizar los edificios de la ciudad, para mejorar su eficiencia, lo cual hará de esta la mayor iniciativa para conservar energía jamás iniciada.  Esto nos ayudará a cumplir nuestra ambiciosa meta de reducir el consumo de energía del Gobierno municipal en 30 por ciento durante los próximos años, ¡y retaremos al sector privado a hacer lo mismo! 

Para ayudarnos a lograr todas estas metas de energía, necesitamos dar a la gente de la Ciudad de Nueva York algo que nunca hemos tenido: una voz para determinar nuestro propio futuro en cuanto a la energía.  Por ello estamos proponiendo hoy que el Estado establezca una “Junta de Planificación de Energía de la Ciudad de Nueva York” con representantes municipales, del Estado e incluso Con Edison.  Esto permitirá a los neoyorquinos hacer rendir cuentas a una sola entidad por implementar una política energética sólida que examine tanto el suministro como la demanda.

Por supuesto, habrá costos iniciales para hacer a nuestros sistemas de energía más eficientes, pero, para ejemplificar cómo estos costos resultarán a largo plazo, ¡se me acaba de ocurrir una idea!  Esto es una lámpara fluorescente compacta (CFL, en inglés).  Esta bombilla de 26 vatios usa solo una fracción de la electricidad que utiliza una bombilla estándar de 100 vatios — y produce la misma cantidad de luz.

Esto es solo una manera en que todos los neoyorquinos pueden ayudar a reducir la demanda de electricidad — y mejorar la calidad de nuestro aire.  Ahora, un CFL cuesta más que una bombilla incandescente.  Pero dura un tiempo casi ocho veces mayor.  Por lo tanto, por cada CFL en su hogar, usted puede ahorrar hasta $100 en facturas de electricidad más bajas y menos bombillas de repuesto.

Yo ya empecé a cambiar las bombillas en mi casa y nuestro Ayuntamiento.  ¡Ninguno de nosotros puede costear el desperdiciar dinero!  Este tipo de enfoque — gastar un dólar extra hoy, ahorrar dos mañana — define todo nuestro plan de energía.  En los próximos años, podríamos pagar unos dos a tres dólares mensuales más por la energía.  Pero, al final del cuarto año habremos recuperado ese dinero ahorrando en facturas de electicidad más bajas y uso reducido de energía, y los ahorros empezarán a acumularse.  Gastando un promedio de unos $30 cada año desde hoy al 2015, cada hogar podrá ahorrar un promedio de $240 anuales después de eso.

Haciendo estas inversiones en energía más eficiente y confiable, no solo se beneficiarán a largo plazo nuestros bolsillos, sino también nuestros pulmones.  Nuestro plan para energía más limpia, combinado con la conservación, sacará del aire siete millones de toneladas de dióxido de carbono al año — y millones de toneladas de contaminantes peligrosos.  Eso mejorará la calidad de vida — y extenderá los años de vida — para millones de neoyorquinos y nos ayudará a alcanzar nuestra meta de lograr el aire más limpio de cualquier ciudad grande.  Cada iniciativa individual que acabo de describir no solo fortalecerá nuestra base económica y mejorará nuestra calidad de vida; en conjunto, ellas también integran un ataque frontal al mayor desafío de todos: el cambio climático global.

Nuestra estrategia para enfrentar el cambio climático es la suma de todo lo que han oído hoy, desde reducir la congestión vehicular a construir plantas más limpias y eficientes hasta mejorar la eficiencia de los edificios.  Y aunque nuestra población sigue creciendo, bajo este plan, hacia el 2030 reduciremos en 30 por ciento la “huella de carbono” de nuestra ciudad, la más drástica reducción en gases de invernadero jamás lograda por una ciudad de Estados Unidos.

Incluso el crecimiento de la ciudad — el cual impulsará nuestra economía — asestará un golpe mayor al cambio climático.  Aunque parezca contradecir la intuición, absorbiendo casi un millón de residentes más hacia el 2030 en uno de los lugares más eficientes del mundo para vivir, evitaremos que más de 15 millones de toneladas métricas de gases de invernadero sean liberadas a la atmósfera cada año.  Eso es el equivalente de eliminar casi dos veces el total de gases de invernadero producidos por toda la ciudad de San Francisco cada año.

El cambio climático es un reto nacional, y enfrentarlo requiere un liderazgo nacional unido y fuerte.  La verdad es que el consenso que está emergiendo entre los científicos es que, para evitar daños graves, debemos reducir nuestras emisiones de 60 a 80 por ciento antes del año 2050.  Eso significa que no podemos — y no planeamos — esperar a Washington.  Este es el momento de actuar.

Nuestro plan eleva el estándar — y reta a otros a seguirnos, no solo en Estados Unidos, sino en todo el globo.  Escuchemos a uno de nuestros amigos al otro lado del océano.

Gracias, primer ministro.  Mi hermano del alma británico.  Quiero agradecer a los niños de la Escuela Pública (PS) 215 en Brooklyn por las maravillosas obras de arte inspiradas en plaNYC que hoy ven ustedes a su alrededor.  Y quiero agradecer a la presidente del Museo Ellen Futter por permitirnos el uso de esta espectacular Sala Milstein de Vida Oceánica en el día de hoy.  Bajo su liderazgo, esta institución está haciendo lo que le corresponde, y ha dado suficientes pasos para ahorrar energía en los últimos dos años como para reducir su factura de calefacción en 30 por ciento — otra razón por la que era importante que viniéramos aquí hoy.

Y es una fecha importante, aunque es solo el comienzo.  En las semanas y meses que siguen, el diálogo entre plaNYC continuará en toda nuestra ciudad y con nuestros colaboradores en el Concejo Municipal y en Albany.

Sin embargo, permítanme concluir, no atisbando al futuro, sino pidiéndoles a ustedes que se coloquen en un lugar en el pasado.  Es el principio de la década del 1850.  Se han dibujado planes para un enorme Parque Central, en un momento cuando gran parte de Manhattan era campos abiertos y bosques.  Algunos proponen un parque mucho más pequeño.  ¿Cuál sería la posición de ustedes?

Adelanten a la década del 1890.  Se han dibujado planes para un sistema de subway que llega hasta el norte Manhattan.  Algunos dicen que costará demasiado.  Y, ¿quién necesita un subway en la campiña? ¿Qué dirían ustedes?

Ahora avancemos a 1931, en medio de la Gran Depresión.  Se han dibujado planes para un nuevo mega-proyecto en el Midtown de la ciudad.  Como escribió Gershwin, “Todos se rieron del Rockefeller Center…”  ¿Están ustedes riéndose también?

Nuestro magnífico sistema de abastecimiento de agua, nuestra red de carreteras principales, nuestros puentes y túneles, nuestros parques, todos ellos fueron construidos por una ciudad de gente que estaba viendo hacia delante.  Eso ha sido nuestra tradición.  Una y otra vez, los neoyorquinos han dado los grandes pasos que requieren coraje político y una creencia de que el futuro puede y debe ser mejor que el presente.

Hoy, en todo el país, se habla mucho de que esta generación de jóvenes será la primera en la historia estadounidense que no disfruta un futuro mejor que el de sus padres.  Yo no creo eso. Tampoco creo que la mayoría de los neoyorquinos sea así. Pero la verdad es que es una pregunta abierta.  Y, en gran parte, la respuesta dependerá de si las decisiones que hacemos hoy son tan audaces como las que nuestros padres y abuelos tomaron.

Al leer el libro que estaremos distribuyendo en unos momentos, y al pensar en las estrategias que acabo de describir, consideren este hecho: Nueva York es la ciudad más moderna y tecnológicamente avanzada del mundo.  Pero, en todos los elementos claves de nuestra vida ciudadana, estamos usando sistemas de operación del siglo XX — y a veces del siglo XIX.

Tenemos la mayor concentración de creatividad y compromiso aquí en Nueva York.  Creo que es hora de que empecemos a darles uso para crear la ciudad del siglo XXI que nuestros hijos necesitarán y que hará a nuestros vecindarios — y nuestro planeta — más sanos y más habitables.  Las iniciativas que he descrito hoy nos desafían a pensar más allá del próximo año fiscal y la próxima elección.  Las inversiones a largo plazo usualmente no funcionan bien en la política, por lo cual usualmente no se realizan.  Pero ellas hacen a las ciudades grandes y han hecho a nuestra ciudad la mejor del mundo.  Necesitamos invertir en un Nueva York mejor — y el momento no puede ser mejor.

Nuestra ciudad ha regresado del abismo de los años ’70 — y de los ataques del 11 de Septiembre, y hemos regresado más fuertes que nunca.  Nuestra economía está vibrante, nuestra casa fiscal está en orden, y el horizonte a corto plazo luce brillante.  Si no actuamos ahora, entonces, ¿cuándo? Y, sin no actuamos, ¿quién lo hará?  Siempre habrá gente y grupos de presión que dicen: “Esperen. Hagan otro estudio” o “No hagan nada a menos que sea perfecto”.  Pero, ustedes saben, y yo se — y la historia de Nueva York lo prueba — que esa es una receta para el fracaso. 

Esta es nuestra oportunidad — para mirar hacia delante y dar un paso hacia delante.  Esta es nuestra oportunidad de hacer el tipo de historia que futuras generaciones reconocerán y que futuros alcaldes invocarán el Día de la Tierra.  Yo estoy listo para hacer lo que me corresponda.  Y, al escuchar a los neoyorquinos discutir estos temas, se que estoy en buena compañía.  Juntos, como sugiere el proverbio keniano, podemos “devolver” esta ciudad a nuestros hijos.  Y será más fuerte, más sana, más limpia, más verde y mejor que nunca.







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