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PR- 397-07
2 de noviembre de 2007

EL ALCALDE MICHAEL R. BLOOMBERG PRONUNCIA DISCURSO CENTRAL EN LA CUMBRE DE PROTECCIÓN DEL CLIMA "ACELERANDO EL LIDERAZGO LOCAL" DE LA CONFERENCIA DE ALCALDES DE LOS ESTADOS UNIDOS

A continuación se presenta el texto preparado para el discurso del alcalde Bloomberg. Por favor confirme con el discurso final.

“Buenas tardes.  Gracias, alcalde Palmer, por esa amable introducción, y por todo su buen trabajo con la Conferencia de Alcaldes de EE UU.  Es magnífico estar en Seattle, y quiero dar gracias al alcalde Nickels por recibirnos.  He tenido el placer de trabajar con los alcaldes Palmer, Nickels, Díaz — y muchos otros en este salón — a través de nuestra coalición de Alcaldes Contra las Armas Ilegales, que ahora incluye a más de 240 alcaldes de todo el país, republicanos, demócratas e independientes.  Si usted aún no se ha unido, nos encantaría que lo hiciera — y creo que las armas ilegales y el cambio climático son dos de los mejores ejemplos de ciudades dirigiendo donde Washington no lo ha hecho.  En ambos asuntos, los que están en Washington prefieren el discurso a la acción.

“En cuanto a las armas ilegales, ellos ensalzan las virtudes de la Segunda Enmienda, lo cual está bien, pero, seamos serios: proteger la Segunda Enmienda no evita que ustedes mantengan las armas ilegales fuera de las manos criminales: es sólo un discurso de protección política que permite a legisladores escapar de la responsabilidad de arreglar un problema grave y, como resultado, personas — y oficiales de policía — inocentes están muriendo.

“En cuanto al cambio climático, el discurso de protección política usualmente incluye el acusar a otros.  Es China-esto y la India-lo otro.  Pero, esperen un segundo.  Estos son los Estados Unidos de América.  Cuando hay un reto mayor, nosotros no esperamos que otros actúen.  Nosotros dirigimos.  Y dirigimos con el ejemplo.  Eso es lo que todos los que estamos aquí estamos haciendo.

“Esta conferencia ha resaltado precisamente cuánto liderazgo local hay en cuanto al asunto del cambio climático y cuántos proyectos nuevos e innovadores están desarrollándose en ciudades de todo el país: los incentivos de Seattle para enverdecer edificios existentes, la iniciativa de un millón de árboles de Los Angeles, el programa de autobuses de transporte rápido de Miami — y la lista continúa.

“Cuando desarrollamos nuestro plan de desarrollo sostenible a largo plazo en Nueva York, el cual llamamos PlaNYC, no pedimos disculpas por robar las mejores ideas, y concebimos algunas ideas propias, incluyendo la conversión de nuestros 13,000 taxis a vehículos híbridos o de alta eficiencia.  Esto no solo ayudará a limpiar nuestro aire y reducirá las emisiones de gases de invernadero, sino que ahorrará a cada conductor unos $4,500 al año en costos de gasolina.  Las ciudades y estados están tomando acción, pero el hecho es que, no importa cuánto avancemos las fronteras de lo posible, no habrá un sustituto para el liderazgo federal.

“El liderazgo no es querer que otros actúen, o inclinarse ante intereses especiales, o crar políticas en base a las encuestas o cálculo político, y no es esperar que la tecnología nos rescate más adelante u obligar a nuestros hijos a pagar la cuenta.  El liderazgo se trata de enfrentar los hechos, tomar decisiones difíciles y tener la independencia y coraje de hacer lo correcto, aun cuando no sea fácil o popular.  Todos hemos oído a gente diciendo ‘Es una idea magnífica, si no fuera por la política’.  Yo lo oigo mucho, y permítanme darles sólo un ejemplo de Nueva York.

“En la pasada primavera, como parte de nuestra iniciativa PlaNYC, propusimos un sistema de tarifa de congestión basado en programas exitosos en Londres, Estocolmo y Singapur.  El plan cobraría a los conductores $8 para entrar a las partes más congestionadas de Manhattan en días de semana, desde las 6 a.m. a las 6 p.m., lo cual nos ayudaría a reducir la congestión que está estrangulando a nuestra economía, la polución que ha ayudado a producir índices de asma dos veces mayores que el promedio nacional, y el dióxido de carbono que está alimentando el calentamiento global.

“Ahora, la pregunta no es si queremos pagar, sino cómo queremos pagar.  ¿Con una mayor tasa de asma? ¿Con más gases de invernadero?  ¿Tiempo perdido?  ¿Negocios perdidos?  ¿Precios más elevados?  ¿O cobramos una tarifa modesta para motivar a más personas a usar el transporte público y usamos ese dinero para ampliar el servicio de transporte masivo?

“Cundo se mira de esa manera, la idea tiene mucho sentido, pero, para los políticos, ya que a nadie le gusta la idea de pagar más.  Pero, al ser directo y honesto sobre los costos y beneficios, hemos podido desarrollar una coalición de partidarios que incluye a conservadores y liberales, sindicatos laborales y empresas, y líderes comunitarios de toda la ciudad.  No hay problema que no pueda ser solucionado si tenemos el coraje de enfrentarlo directamente — y poner el progreso por encima de la política.

“Los alcaldes de todo el país lo están haciendo — y los que están en Washington también pueden hacerlo.  Creo que es hora de que ambos extremos de la Avenida Pennsylvania se reúnan en torno a una estrategia nacional sobre el cambio climático y señalen el camino para una estrategia internacional.  Y creo que, hasta que lo hagamos, es nuestro trabajo como alcaldes el señalar la ruta.  Por ello, justo después de esta conferencia, varios de nosotros testificaremos ante un Comité de la Cámara de Representantes que está celebrando una audiencia sobre el cambio climático aquí en Seattle.

“Es la razón por la que me complace anunciar que la Ciudad de Nueva York se ha unido recientemente a una nueva campaña que está siendo lanzada por The Climate Group y se llama ‘Together’.  Esta unirá a negocios, grupos expertos y de defensa, organizaciones religiosas y ciudades — y los urjo a todos ustedes a unirse e invitar a sus vecinos.  Y es la razón por la que iré el próximo mes a la Cumbre del Cambio Climático de las Naciones Unidas en Bali, en el Pacífico del Sur, como parte de una delegación internacional de alcaldes.

“Es hora de que Estados Unidos restablezca su liderazgo en todos los asuntos de importancia internacional, incluyendo el cambio del clima.  Porque, si vamos a continuar siendo la brújula moral del mundo — un rol que jugamos durante todo el siglo XX, no siempre en forma perfecta, pero muy bien —, necesitamos reganar nuestro equilibrio en el escenario mundial.  Eso significa terminar con el enfoque de ‘avanzar solos’ ante los asuntos foráneos que nunca ha servido bien a los Estados Unidos.

“No funcionó en los años ‘20, cuando intentamos aislarnos del mundo… y no ha funcionado en años recientes, cuando intentamos erigirnos sobre el mismo, pretendiendo que los tratados internacionales vitales pueden ser simplemente ignorados.  La lucha contra el calentamiento global es una prueba del liderazgo de Estados Unidos — y no solo en cuanto al medio ambiente.

“El cambio climático presenta un imperativo de seguridad nacional para nosotros, ya que nuestra dependencia del petróleo extranjero ha atado nuestros intereses a los de tiranos e incrementado nuestro exposición al terrorismo.  También es un imperativo económico, ya que la energía limpia va a ser el pozo de petróleo derramado del siglo 21.  Aquí hay empleos en riesgo — empleos buenos de cualquier tipo: empleos en granjas, empleos en fábricas, empleos de ingeniería, empleos de ventas, empleos de administración.

“Si no atrapamos estos empleos de energía limpia, estos simplemente se irán a otros países.  Para mantener estos empleos aquí en casa, y para poner los frenos a la contaminación de gases de invernadero, creo que necesitamos una estrategia que acoja cuatro principios básicos, y quiero esbozarlos brevemente en el día de hoy.

“Primero, necesitamos incrementar la inversión en investigaciones y desarrollo de energía.  Ahora mismo estamos gastando apenas un tercio de lo que estábamos gastando en los años ’70.  Si realmente queremos poder desarrollar energía solar y biocombustible con precios competitivos, si realmente queremos aislar el dióxido de carbono que emite el carbón, debemos tener la voluntad de hacer los compromisos que llevarán capital privado a estos proyectos — y ahora mismo, simplemente no estamos haciendo eso.

“Segundo, tenemos que dejar de establecer aranceles y subsidios en base a la política para obtener votos.  Por ejemplo, el Congreso está actualmente subsidiando el etanol a base de maíz en 50 centavos por galón — y se puede argumentar que esa es una política agrícola buena, pero no se puede argüir que es buena para los consumidores o el medioambiente. Porque no lo es.

“Los consumidores pagan más por comida, y producir etanol en base al maíz resulta en mucho más dióxido de carbono del producido por el etanol fabricado en base al azúcar.  Sin embargo, ¿estamos subsidiando el etanol fabricado en base al azúcar?  No.  Estamos gravándolo con un arancel de 50 centavos.  Eliminar ese arancel tiene todo el sentido del mundo, excepto por la política.

“Todos saben que las normativas con fines políticos están costando a los contribuyentes miles de millones mientras solo proveen reducciones de carbono marginales — pero necesitamos líderes que hagan algo en este sentido.

“Tercero, tenemos que ser serios en cuanto a la eficiencia energética — y el mejor lugar para empezar es con nuestros autos y camiones.  En 1975, el Congreso aprobó una ley requiriendo que los estándares de eficiencia de combustibles se duplicaran en 10 años, hasta 27.5 millas por galón, con metas crecientes que se exigía a los fabricantes de autos que alcanzaran.  Pero, desde 1985, Washington ha estado paralizada por los intereses especiales.  Si los mismos aumentos graduales hubiesen sido adoptados durante las dos últimas décadas, piensen en dónde estaríamos ahora.

“Todos estaríamos ahorrando dinero en las estaciones de combustibles.  Estaríamos produciendo menos contaminación del aire y gases de invernadero.  Los ‘Tres Grandes’ estarían en una posición de competitividad más fuerte, y no habrían perdido tantos empleos.  (Apenas ayer, Chrysler anunció que estaría recortando otras 12,000 plazas de trabajo).

“Esas pérdidas de empleos afectan a norteamericanos laboriosos, y debemos preguntarnos: ¿Queremos que aún más trabajadores de fábricas de clase media sean cesanteados y dejados buscando empleos de servicio a la mitad de sus salarios?  Porque esa es la dirección en la que nos estamos dirigiendo si continuamos quedando más y más atrás de otros países en la producción de vehículos con uso eficiente de combustibles.

“La actual ley de energía del Senado elevaría el estándar Corporativo de Economía Promedio de Combustibles (Corporate Average Fuel Economy o CAFE, en inglés) a 35 millas por galón para el 2020.  Eso no está en lo absoluto cerca del salto que hicimos de 1975 a 1985, y muchos autos extranjeros ya están rindiendo 35 millas por cada galón. Aun así, los fabricantes de autos de Estados Unidos están intentando suavizar la pieza del Senado — y, si el Congreso cede, ustedes pueden apostar que los mayores aplausos se oirán en otros países.  Elevar los estándares de eficiencia de combustibles es lo mejor que podemos hacer por los fabricantes de autos de Estados Unidos — y hace años que se habría hecho, si no fuese por la política.

“En cuarto y último lugar, debemos dejar de ignorar las leyes de la economía.  Mientras la polución de gases de invernadero sea gratis, será abundante.  Si queremos reducirla, debe haber un costo por producirla.  Las metas voluntarias sugeridas por el Presidente Bush serían como límites de velocidad voluntarios — condenadas al fracaso.  Si somos serios en cuanto al cambio climático, la pregunta no es si debemos poner un precio a la contaminación de gases de invernadero, sino cómo debemos ponerlo.

“Aquí es hacia donde se está moviendo el debate, y quiero tocar las ventajas y desventajas de los dos enfoques que se discuten más a menudo: crear un sistema de límites e intercambio, y poner un precio al carbono.  Estas dos ideas comparten el mismo objetivo: elevar el costo de producir contaminación de gases de invernadero.

“Si se quiere menos de algo, todos los economistas le dirán que haga lo mismo: hágalo más caro.  Por supuesto, ninguno de nosotros quiere pagar más por electricidad o gas o nada más.  Aumentar los costos de energía, aumentar los costos de la salud, aumentar la matrícula universitaria — la clase media está siendo sacudida a derecha e izquierda.  Pero, aumentar el costo de la contaminación puede en realidad ahorrar a los contribuyentes dinero a largo plazo — y les explicaré cómo en un minuto.

“Pero primero, ustedes pueden estar pensando: ‘Esperen un segundo — hace cinco años, el petróleo se estaba vendiendo a $30 por galón.  Ahora se está vendiendo sobre los $90, y no estamos comprando menos.  Entonces, ¿por qué elevar el costo del carbono haría diferencia alguna?’  La respuesta es: Haría una diferencia y no la haría.  Aunque la gasolina cueste $1 o $2.75 por galón, no va a cambiar drásticamente los autos que compramos o cuan lejos viajamos.

“Pero, si el precio del carbón mineral sube, muchas plantas energéticas que consumen carbón probablemente cambiarían a gas natural, el cual es mucho más limpio, y las 100 plantas que consumen carbón y que ahora están siendo planificadas probablemente también se convertirían a gas natural.  Elevar el costo del carbono también haría que fuentes alternativas de energía sean más competitivas en cuanto a sus costos, lo cual conduciría a más consumidores y dueños de propiedades a hacer el cambio.

“Para aumentar el costo del carbono, podemos usar un enfoque indirecto — creando un sistema de límites-e-intercambio con créditos de contaminación — o un enfoque directo, cobrando una tarifa por gases de invernadero contaminantes.  La pregunta es: ¿Cuál enfoque sería más efectivo?

“He hablado con un número de economistas sobre este asunto, gente como Gilbert Metcalf en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (National Bureau of Economic Research, en inglés)… y cada uno de ellos dice lo mismo: una tarifa directa es el mejor enfoque — excepto por la política.  Ahí está esa frase otra vez: ‘¡Excepto por la política!’

“El sistema de límites-e-intercambio es más fácil de vender políticamente porque los costos están escondidos — pero todavía están ahí.  Y el pago es más incierto.  Porque, aunque sistema de límites-e-intercambio tiene la intención de incentivar inversiones que reduzcan la polución, la volatilidad de precios de los créditos de carbono puede desalentar la inversión, ya que una inversión que pueda tener sentido cuando los créditos estén vendiéndose a $50 por tonelada puede no tener sentido a $30 por tonelada.  Esta volatilidad de precios también puede conducir a dolores económicos reales.

“Por ejemplo, si 100 compañías despiden más emisiones de lo que habían planeado, todas tienen que comprar más créditos, lo cual puede crear una guerra de pujas muy costosa.  Eso es exactamente lo que está ocurriendo en partes de Europa ahora mismo, y va a costar a las compañías allí miles de millones de dólares.

“También hay asuntos de logística con el sistema de límites-e-intercambio.  El mercado de intercambios de créditos de carbono será mucho más complejo y difícil de regular que el mercado de créditos de dióxido de sulfuro que redujo en gran medida la lluvia ácida.  Y hay asuntos políticos, ya que el sistema está sujeto a la manipulación de parte de funcionarios electos que quieren otorgar exenciones a intereses especiales.

“Un sistema de límites-e-intercambio solo funcionará si todos los créditos se distribuyen desde el principio — y todas las industrias son cubiertas.  Pero esto clama la pregunta: Si todas las industrias van a ser afectadas, y los peores contaminantes van a pagar más, ¿por qué no simplificar los asuntos para las compañías cobrando una tarifa directa de polución?  Es como doblar una vez a la derecha en vez de tres veces a la izquierda.  Al final vamos en la misma dirección, pero sin ir en círculos antes.

“Un cargo directo eliminaría la incertidumbre que las compañías enfrentarían en un sistema de límites-e-intercambio.  Sería más fácil de implementar y controlar, evitaría que los intereses especiales abran brechas, y crearía una oportunidad para recortar impuestos.

“Estuve en Inglaterra hace un mes hablando en el Partido Conservador, que ha propuesto una serie de ‘impuestos verdes’ de ingresos neutrales que serían compensados con reducciones en otros impuestos.  Creo que ese enfoque amerita consideración — y la idea más prometedora que he escuchado es la de usar el ingreso de la tarifa contaminación de para reducir el impuesto de nóminas.  Después de todo, el empleo es es bueno, la polución es mala.

“¿Por qué no deberíamos reducir el costo de lo bueno y elevar el costo de lo malo?  Los estudios muestran que una tarifa de contaminación de $15 por cada tonelada de gases de invernadero nos permitiría devolver más de $500 anuales al contribuyente promedio.  Nos daría a todos nosotros un incentivo para reducir nuestro uso de energía — ya sea comprando un electrodoméstico con uso más eficiente de energía o cambiando a bombillas fluorescentes compactas, como hemos hecho en el Ayuntamiento de Nueva York — y como yo he hecho en mi propia casa.  Y, aunque los costos de energía aumentaran, los ahorros de los recortes de impuestos y eficiencias de energía podrían, a largo plazo, dejar a los consumidores con más dinero en sus bolsillos.

“Crear un cargo directo para la contaminación de gases de invernadero también incentivaría los tipos de innovación que un sistema de límites-e-intercambio está diseñado para impulsar — sin crear incertidumbre en el mercado.  Para hacerlo, una porción del ingreso del cargo de polución sería usada para crear un fondo de innovaciones, el cual financiaría créditos fiscales para compañías que reduzcan su contaminación de gases de invernadero.  Como resultado, las compañías tendrían dos grandes incentivos para reducir su contaminación:

“Minimizando los cargos, ellas tendrían que pagar y maximizar sus ahorros fiscales.  Y, a diferencia de un sistema de límites-e-intercambio, es más probable que la certidumbre de los créditos fiscales conduciría a las compañías a realizar las inversiones a largo plazo en tecnología limpia que nos permitirían reducir sustancialmente la contaminación de gases de invernadero.

“Tanto el sistema de límites-e-intercambio como el de tarifa de contaminación presentan sus propios retos — pero hay una diferencia importante entre los dos.  El principal fallo del sistema de límites-e-intercambio es económico: incertidumbre de precios; por otro lado, el fallo principal de la tarifa de contaminación es político — la dificultad de lograr que sea aprobado en el Congreso.  Pero nunca he sido de los que permiten que la política a corto plazo se interponga con el éxito a largo plazo.

“El trabajo de un funcionario electo es dirigir — no levantar un dedo para probar la dirección del viento.  Es ponerse de pie y decir lo que creemos — aunque las encuestas digan otra cosa, y cuando los politólogos dicen ‘excepto por la política’.

“Desde mi posición, habiendo pasado 15 anos en Wall Street y 20 años dirigiendo mi propia compañía, la certidumbre de una tarifa de contaminación — combinada con un recorte de impuestos para todos los norteamericanos — es un negocio mucho mejor.  Sería mejor para la economía, mejor para los contribuyentes, y — dadas las experiencias hasta la fecha en Europa — sería mejor para el medioambiente.

“Los costoss serán los mismos bajo cualquiera de los planes — y, si acaso, serán más altos bajo el sistema de límites-e-intercambio, ya que los intermediarios estarán ganando dinero con los intercambios.  Por el dinero, una tarifa directa generará más ahorros a largo plazo para los consumidores, y mayores reducciones de carbono para el medioambiente.  Y yo no sé ustedes, pero, cuando los economistas dicen una cosa y los políticos dicen otra, yo me voy con los economistas.

“Por supuesto, también entiendo que no se puede permitir que lo perfecto sea el enemigo de lo bueno.  Ya sea una tarifa directa o un sistema de límites-e-intercambio, debemos ser honestos sobre los costos y beneficios, y no podemos temer el intentar algo — hacer algo, innovar, actuar.

“Las ciudades no tienen miedo.  Estamos mostrando que podemos hacerlo mejor, podemos lograr progreso y podemos hacerlo en una forma que sea buena para el medioambiente y la economía.  Es hora de que Washington haga lo mismo y muestre al mundo que Estados Unidos está listo para ser un líder.

“Cuando nuestros representantes se postulan para reelección o cargos más altos, nos prometen ‘un pollo en cada olla’.  Pero ellos no nos dicen quién va a pagarlo cómo va a funcionar, cuándo va a ser implementado, y, si no funciona, cuál es el Plan B.

“Necesitamos que nuestros líderes tengan el coraje de hablar sobre e implementar soluciones reales… no solo porque es bueno para el mundo, sino porque es bueno para Estados Unidos, para nuestro medioambiente, nuestra seguridad nacional y nuestra economía.  No se equivoquen: Si dejamos de actuar, vamos a perder empleos, miles de empleos, ya que las fuentes de energía más limpia van a ser el combustible de la economía del siglo 21.

“Si vamos a seguir siendo la superpotencia económica del mundo, tenemos que crear incentivos predecibles que impulsarán las innovaciones tecnológicas y nos permitirán conducir al mundo para desarrollar energía limpia, confiable y asequible.  Podemos hacerlo, si dejamos de decir ‘Excepto por la política’.

“En las semanas y meses que siguen, nuestro trabajo no es solo continuar innovando, sino exigir que los que están en Washington nos acompañen.  Díganles que está bien el ponerse de pie y ser honestos en cuanto a los costs y beneficios de las soluciones reales.  Nosotros lo hemos hecho — y no solo hemos vivido para contar el cuento, sino que hemos ganado el apoyo y respeto de nuestros votantes.  Ellos también pueden.  Y nosotros debemos hacer que ellos rindan cuentas por hacerlo.

“Por lo tanto, ¡a trabajar!”







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